Dos casos emblemáticos reflejan con precisión la ineficiencia enciclopédica del cuatroteísmo: la liberación de Ovidio Guzmán y el proceso que se le sigue al ex director de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya. Ambos, dejan testimonio irrefutable de que al presidente Andrés Manuel López Obrador, en materia de gobernabilidad, “se le hizo bolas el engrudo”.
De poco le sirvió la votación alcanzada en 2018 y la elevada popularidad que tuvo en su arranque. En lugar de buscar y promover un acuerdo social amplio, que le permitiera avanzar en su transformación, ha preferido dividir a los mexicanos, y en el pecado lleva la penitencia.
Como nunca, el poder presidencial se utiliza para confrontar. Esa actitud se ha traducido en la agudización de los males que ya aquejaban al país: bajo crecimiento económico, mayor desigualdad y pobreza; inseguridad, violencia y homicidios en niveles equiparables a la de países en guerra; líder en muertos por la pandemia, en relación con el número de contagiados.
Con el exterior, se presumen logros intangibles, como mecanismo para evitar hablar del sometimiento al escrutinio puntual de sus principales socios, así como de la pérdida de las ventajas existentes en el anterior tratado de libre comercio.
Fotos panorámicas que, si se vieran con detalle, mostrarían el deterioro en los niveles de vida de amplios sectores de la población, en especial los de menores ingresos; dramas individuales y familiares que pasan desapercibidos para el inquilino temporal de Palacio Nacional, que no sufre ni se acongoja.
Las protestas y manifestaciones de descontento de grupos a los cuales la incapacidad u omisión gubernamentales, pone en riesgo sus condiciones o la vida misma, en lugar de ser atendidos, se hacen acreedores al escarnio presidencial y al ataque de sus huestes, tanto en los hechos como de manera virtual.
De la única abundancia de la cual se puede hablar en este sexenio, es la del exceso verbal del titular del ejecutivo, en el cual queda plasmado el imperio de los otros datos que hablan de un México existente sólo en la imaginación de López Obrador.
Es altamente significativo de que prácticamente el único hecho del cual el primer mandatario se ha hecho responsable es el de la liberación de Ovidio Guzmán, después de varias semanas de versiones contradictorias entre sus colaboradores.
Respecto de Lozoya Austin, queda la impresión de que “ha chamaqueado” a las autoridades, pues sus dichos, hasta ahora, no se han traducido en denuncias formales ni la captura de los involucrados en el escandaloso caso de Odebrecht, que sólo ha servido es para llenar espacios en los medios de comunicación.
Inmoral, imprudente, indignante y una provocación que el ex director de Pemex se haya dejado ver en un restaurante de lujo, dijo López Obrador sobre las fotos de Emilio Lozoya en un negocio de Las Lomas.
Lo mismo calificativos podrían aplicarse en torno a la infinidad de yerros de su gobierno, que no da pie con bola. después de tres años de estar al frente de los destinos del país, López Obrador ya no tiene excusas.
La imposibilidad de cumplir sus promesas iniciales, tanto por la pandemia como por sus fallidas estrategias, no debe ser más pretexto para evadir responsabilidades ni para que se le siga haciendo bolas el engrudo.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Siete de cada 10 mexicanos tienen un familiar que se contagió de Covid-19 y el 39 por ciento de los entrevistados perdió a algún familiar a causa del virus, según la 88 Encuesta Nacional El Coronavirus en México, elaborada por Consulta Mitofsky. Los otros datos de la realidad.
@Edumermo