Los días de descanso, con motivo de las celebraciones de difuntos en muy poco ayudaron para atemperar ánimos y evitar excesos de los actores políticos, quienes en la exageración han encontrado su modus vivendi: jalar los reflectores hacia ellos y quitárselos a los de enfrente.
Como es de suponer, el más conspicuo de los hablantes es el presidente Andrés Manuel López Obrador al atribuirse la “paternidad” del acuerdo mundial para reducir la deforestación firmado en la cumbre climática del COP26.
Según el mandatario mexicano, quien no quiso asistir ni participar en dicha reunión, dicha propuesta se basó en el modelo “Sembrando Vida”, programa social de su gobierno, aunque internamente diversos organismos señalan que es uno de los principales causantes de la deforestación.
Para que no se ande adornando ni caravaneando con sombrero ajeno, habría que recordarle al ejecutivo mexicano que, desde la última década del siglo pasado, la Organización de las Naciones Unidas ha realizado estudios y emprendido diversas acciones para reducir la tala indiscriminada de árboles que, en años recientes, ha cobrado especial relevancia.
Si en verdad, Sembrando Vida fuera la fuente de esta determinación aprobada por alrededor de 110 países, ¿ustedes creen que el tabasqueño habría desaprovechado la oportunidad de presumirlo al mundo mundial? Tampoco tiene sentido que México haya sido uno de los últimos países en suscribir ese compromiso.
Ya encarrilado, López Obrador presume que nuestra nación México es el único país que anualmente destina mil 300 millones de dólares al año para reforestar su territorio, aunque omite mencionar que el mencionado programa es de los peor calificados por especialistas por sus avances mediocres en cuanto al cumplimiento de metas.
En sentido estricto, los programas sociales de los que se muestra muy orondo el jefe del ejecutivo son “siembras de mentiras y de ilusiones”, pues de acuerdo con el Índice de Desempeño de los Programas Públicos Federales 2021 (INDEP) elaborado por la organización Agencia para el Desarrollo (GESOC), el 84% de los mismos, “no estuvieron en condiciones de resolver el problema público para el que fueron creados”.
El reporte del INDEP señala que “Sembrando Vida”, de la Secretaría de Bienestar, con una calificación de 35.1 puntos sobre 100, o el programa de “Universidades para el Bienestar Benito Juárez”, de la SEP, con 24 puntos, son algunos de los que peor desempeño tuvieron.
Datos que quitan todo el oropel presuntuoso de uno de los proyectos estrella de López Obrador, con el que esperaría casi casi obtener el Premio Nobel de Medio Ambiente y pasar a la historia no sólo de México, sino el reconocimiento mundial.
Sin embargo, su palabrería se asemeja bastante a las declaraciones del ex director general de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya que, sin presentar pruebas contundentes e irrefutables sobre la corrupción en la paraestatal que involucrarían al ex presidente Enrique Peña Nieto, lo único que ha hecho es “vender humo” a las autoridades.
Sembrar “los-oyazos” es consustancial al cuatroteísmo. Poco importan los datos duros, si se logra cultivar ilusiones, difíciles de materializarse, pero que dan la idea de combatir los males que aquejan al país.
Así como cada vez son menos los mexicanos que se dejan engañar por el discurso cuatroteísta, es dable esperar que los líderes de las naciones integrantes de la ONU difícilmente caerán en el engañoso programa “Sembrando Vida”.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Posponer el debate y análisis de la reforma eléctrica hasta después de la consulta sobre revocación de mandato -a fines de marzo de 2022-, es indicativo de la fuerte oposición que existe y que, por el momento, la correlación de fuerzas es adversa al cuatroteísmo. El único capítulo que podría salvarse es el relativo al litio.
@Edumermo