Fuimos con toda la familia al Luz y Sonido de Teotihuacán. Pasaron por nosotros a eso de las 5.45 de la tarde y estábamos llegando a 7.10 a las pirámides de Teotihuacán, justo cuando estaba a punto de atardecer y las edificaciones se tornaban del gris roca al amarillo pálido y después a un especie de rosa eléctrico.
Al llegar, nos dieron unos iPhones y audífonos, con varias guías que te van narrando los datos históricos en el recorrido. Por qué el nombre de Teotihuacán —lugar donde los hombres se convierten en dioses o lugar donde se hicieron los dioses—, bautizado así por los Aztecas que no sabían su denominación original y decidieron denominar así a esta majestuosa ciudad abandonada.
Así pues, caminas y vas escuchando los datos de su fundación, de su auge por ahí del 100 A.C., y lo que se sabe sobre la majestuosa Calzada de los Muertos, la plaza de la Pirámide de la Luna, el Observatorio Astronómico, el templo del Jaguar, y otros datos de la vida cotidiana según los hallazgos en el sitio.
Lo más sorprendente, una vez que te permiten el acceso, es encontrarte con la Pirámide del Sol y la Calzada de los Muertos, ambas totalmente iluminadas en colores.
No todo el sitio tiene acceso de noche pero puedes caminar hasta la Pirámide de la Luna, unos 700 metros por la Calzada de los Muertos, observando cada uno de los edificios, escalinatas, taludes y tableros, la geometría casi mágica de su arquitectura y lo más majestuoso del recorrido. Al llegar a la Pirámide de la Luna, con unos impresionantes juegos de luces, ver esta magnífica plaza, que por cierto es más grande que la plaza de San Pedro en el Vaticano o la Plaza Roja en Moscú, primero verás todo en amarillos, después en tonos azules, violetas y rojos; aquello va cambiando de personalidad conforme los colores se van fundiendo y el drama del espacio va aumentando. Después de estar ahí, regresarás hacia la escalinata principal, frente a la Pirámide del Sol, donde se lleva a cabo el espectáculo.
Advierto, eso sí, que el recorrido no es muy recomendable para personas que tengan problemas con caminatas largas, y es prácticamente imposible para personas con alguna discapacidad que les impida moverse. El camino es largo, es de noche, y el terreno es irregular. Para cuando regresamos a la escalinata, ya llevábamos casi 3 kilómetros de caminata por aquellos larguísimos accesos y no tienen ninguna facilidad para personas mayores, lo cual es una verdadera pena, ni rampas, ni un pequeño carril aplanado para sillas de ruedas. Conseguimos una, de hecho, pero incluso en un lugar tan importante como Teotihuacán fue un circo y el personal no es lo más servicial. Ni siquiera te dan la información de antemano. Sin embargo, eso no logró arruinarnos la noche. Es tan impactante la atmósfera de este sitio, que nada lo lograría.
Una vez instalados en la escalinata central, te proporcionan un cojín, como del estilo de los de las plazas de toros, y te sientan justo de frente a la maravillosa Pirámide del Sol, donde comienza el espectáculo de luz y sonido: Completamente de primer mundo, se sincronizan tus aparatos de sonido con el audio local y aparecen animaciones sensacionales que van narrando la fundación de Teotihuacán y lo poco que se sabe realmente de aquella magnífica cultura. De hecho, proyectan casi en tercera dimensión algunas piezas arqueológicas sobre la pirámide, caleidoscopios con los tradicionales ideogramas, serpientes emplumadas, deidades, su escritura en glifos de coloridos impresionantes que hasta donde se sabe no menciona a ninguno de sus gobernantes pero sí cuentan sobre la vida y costumbres de los teotihuacanos, sobre el comercio, el poderío, apogeo y desaparición de esta avanzada cultura del altiplano. Una desaparición que no dejó rastros o evidencia alguna del porque abandonaron el sitio.
Para que les cuento más, de veras recomiendo muchísimo vivirlo. Con decirles que los caleidoscopios de glifos convierten el panorama en algo místico, que la gran Pirámide del Sol que lleva en sus entrañas la boca de entrada al inframundo parece tomar vida.
Que en la experiencia hay mucho espacio para mejoras, pues sí. No dolería que se pusiera un pequeño food truck con café o chocolate caliente, o que rentaran unas mantitas y colocaran unas mamparas de noche para proteger a la gente del viento inclemente; de cualquier manera, resultó una noche inolvidable y, pese a sus carencias logísticas, no se desmerece la maravilla de espectáculo que presentan.
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