Ya muy vista la escena en la cual previo al encuentro con funcionarios de alto nivel de Estados Unidos, las autoridades mexicanas “capturan” a capos o personas vinculados a ellos, como forma de evitar o limitar reclamos por la fallida estrategia de abrazos no balazos.
En esta ocasión, la detención de la esposa de “El Mencho”, Rosalinda González Valencia, líder del Cartel Jalisco Nueva Generación, es para aplacar las voces de sectores y congresistas estadounidenses que cuestionan el poco compromiso del cuatroteísmo en el combate al narcotráfico.
Como estos shows arrojan cada vez menos rendimientos, ahora López Obrador ha decidido trasladar sus amagos al congreso norteamericano como ya lo hizo en México, de exhibir los nombres de aquellos legisladores que se opongan a sus caprichos.
En nuestro caso, anticipó daría a conocer a los diputados opositores a la reforma eléctrica y casi casi los incluyó entre los vende patrias. Respecto a los miembros de la Cámara de Representantes del vecino del vecino del norte, anunció que los exhibirá en la plaza pública por no apoyar a Joe Biden a regularizar a 11 millones de migrantes mexicanos.
En su lógica tropical, considera que esos millones de mexicanos allende el Río Bravo se traducirán en miles de millones de dólares adicionales en remesas, los cuales presumir, a la vez que le genera ahorros en el presupuesto público al no tener que atender sus demandas de salud, educación, seguridad y empleo.
Sus bravuconadas, externadas en el gallinero propio, para lo único que sirven es para regocijar a sus huestes y mostrarse como un mandatario fuerte, audaz y valiente, pero en la práctica y frente a sus homólogos de Canadá y Estados Unidos será tan complaciente como lo exijan las circunstancias.
Y no es una postura nueva. Desde los tiempos de Donald Trump, López Obrador ha sido extremadamente obsequioso con los requerimientos estadounidenses, a grado tal de conformar la “Mexican Border Patrol” para contener la migración en sus fronteras sur y norte.
Inclusive, la actuación de la Guardia Nacional se ha vuelto más virulenta conforme el paso del tiempo y el creciente flujo de personas rebasa sus cálculos, dejando varios decesos. Así, se olvidó de las puertas abiertas prometidas al inicio de su administración a la población centroamericana para llegar a Estados Unidos.
La alta dependencia económica de México hacia sus socios del tratado de libre comercio (T-MEC) vuelven inviable manifestaciones -de dientes hacia afuera- de relativa autonomía. Y mucho menos cuando la emergencia sanitaria del Covid-19 obliga a López Obrador a seguir estirando la mano para que le donen más vacunas.
Sin poder ocultar su incapacidad para poder generar condiciones de crecimiento y desarrollo económicos: la falta de incentivos y seguridad a la inversión privada, la precarización de los salarios, salida de capitales y una inflación en franco ascenso, el mandatario mexicano tendrá que doblegar sus ímpetus para ajustarse a las exigencias de Estados Unidos y Canadá.
Entre la silla embrujada y los fantasmas de los otros datos que deambulan por los pasillos de Palacio Nacional podríamos encontrar las causas por las cuales el presidente sólo dormita no puede dormir como quisiera