“La verdad histórica” que construyó el Gobierno de Enrique Peña Nieto sobre la desaparición de los 43 jóvenes de Ayotzinapa, solo fue una cortina de mentiras para ocultar que todos los niveles de Gobierno participaron en el ataque contra los estudiantes. No sólo ocultaron la verdad, también obstruyeron la justicia al borrar indicios y evidencias.
Y a casi nueve años, una de esas instituciones, el Ejército mexicano, continúa mintiendo y ocultando información, acusaron Carlos Beristáin y Ángela Buitrago, integrantes del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, el GIEI, al presentar su sexto y último informe sobre la investigación.
“El acceso a la información ha sido parcial y sobre otra parte de ella, se sigue ocultando, las respuestas es que se sigue mintiendo sobre la ausencia de información en Sedena sobre lo que paso o documentos del destino de los normalistas”,declaró Carlos Beristaín.
Con el análisis de 500 llamadas, realizadas entre el 26 y 27 de septiembre de 2014, se demostró la presencia militar.
“Sedena va al Palacio Municipal, esto nunca lo dijeron en sus declaraciones iniciales”,reveló Ángela Buitrago.
Pero no solo eso, las investigaciones sacaron a la luz la participación de dos dependencias más, el CISEN que hacía marcaje personal a los estudiantes y participó en los interrogatorios posteriores:
“Lo que sabemos es que el CISEN hizo un seguimiento completo de las actividades de los chavos, hay informes del CISEN que muestran el seguimiento de las diferentes actividades, sus movilizaciones (…) El CISEN ha ocultado su participación en detenciones e interrogatorios (…) En esas grabaciones de interrogatorios aparecen personas conocidas como ya sabemos, aparece Tomas Zerón, un jefe de la SEIDO y también un agente del Cisen y todavía no ha sido detenido”.
Y la Marina, también se sumó a la tortura para construir la falsa verdad histórica.
“A partir del 28 si hubo una acción de la Marina. Sabemos que miembros de la Marina detuvieron y torturaron a varios detenidos”, declaró Carlos Beristaín.
Entre las mentiras de las primeras investigaciones está, por ejemplo, el caso de la muerte del normalista Julio César Mondragón, cuyo cuerpo fue encontrado en Mexcaltepec y no en Iguala como se había informado inicialmente.