No es sólo el repunte de la pandemia del coronavirus lo que está haciendo retroceder la señalización epidemiológica de amarillo a naranja y a rojo; con sus moditos, el primer mandatario quiere conducirnos a un callejón sin salida en materia de salud, economía y política.
Recientes estudios, revela que de los 2 mil 465 municipios que tiene el país, 2 mil 280 ya han tenido al menos un contagio de Covid-19, lo que equivale a 92.5% del territorio nacional. Si la Ciudad de México se niega a regresar al rojo, es muy probable que termine en guinda o morado.
De hecho, ya está en operación el semáforo guinda, a través del cual la administración lopezobradoriana quiere orientar la dinámica social y productiva del país, en aras de un transformación que, en realidad, es una copia región 4T del modelo instaurado por Luis Echeverría, de tan ingratos recuerdos, ya que con el se iniciaron los ciclos crisis-devaluación.
Su obsesión por regresar a la época pre neoliberal, hace que a López Obrador le tengan sin cuidado el cierre de un millón de micro, pequeños y medianos negocios. Cancelar la operación o contratos a empresas como Constellation Brands y Etileno XXI es ejemplo de lo que espera a quienes no acepten sujetarse a las nuevas reglas del juego.
Tampoco le interesa que 10 millones de mexicanos más se agreguen a la pobreza en sus distintas variables: laboral, alimentaria, extrema. Condición que ni las milagrosas remesas podrán subsanar.
Menos aún le importa que oficialmente se reconozca que casi 110 mil compatriotas hayan fallecido por Covid-19, aunque otras estadísticas dicen que el número de fallecidos por coronavirus es de alrededor de un cuarto de millón de personas.
Debilitar la división de poderes y el federalismo, así como alinear y alienar a órganos autónomos son otras de las rutas por las que pretende sojuzgar la voluntad ciudadana, a contracorriente de los auténticos principios liberales.
En el ámbito político-electoral, el titular del ejecutivo no ceja en su empeño de revivir el modelo priista del carro completo. Añorante de la llamada dictadura perfecta, López Obrador está decidido a ser juez y parte del recién iniciado proceso electoral de 2021.
Dada la debilidad estructural del partido que creó y lo llevó al poder, como lo demuestra el hecho de que prácticamente tendría que ir solo en la mayoría de las 15 gubernaturas que estarán en disputa, ya que sus aliados no están dispuestos a la fidelidad ciega ni a qué se les impongan candidatos -como pretendía Mario Delgado, presidente de Morena-, López Obrador ha decidido convertirse en jefe de campañas de Morena.
Así lo demuestra día con día, tanto en sus mañaneras como en sus giras de trabajo donde, a conveniencia utiliza la investidura presidencial para, de una parte, rechazar justos reclamos de gobernadores y grupos sociales y, por la otra, tratar de orientar las preferencias de los electores con su clásica cantaleta de que los opositores son, por naturaleza, conservadores.
El semáforo guinda, a través del cual López Obrador pretende regular la vida de los mexicanos es sinónimo de mortandad en todos los ámbitos y su tonalidad oscura no da lugar al optimismo.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Una información de Latinus informa que la prima hermana del presidente Andrés Manuel López Obrador es contratista de Pemex. Felipa Obrador es propietaria de Litoral Laboratorios, empresa que participa en contratos por más de 365 millones de pesos adjudicados por la petrolera.