Uno de los problemas más persistentes de contaminación en el mundo es el de los residuos plásticos, fundamentalmente por el volumen que se genera y que pueden demorar hasta miles de años en degradarse, ya que a la fecha, se encuentren en la faz de la tierra el 80% de los plásticos producidos desde 1907, lo que significa que hemos acumulado plásticos por mas de 100 años.
Bajo esta situación se ha considerado a nivel mundial disminuir el uso y consumo de productos plásticos, en especial los de un solo uso, como los desechables, ya que estos volúmenes llegan al mar, al suelo e incluso se han encontrado microplásticos en el tracto digestivo de peces de consumo humano.
Derivado de lo anterior, surgió la necesidad de encontrar el modo de que los desechables se descompongan y reintegren a la naturaleza en los ciclos naturales, por lo que la industria respondió ante este reto con la generación de polímeros que se puedan descomponer por acción biológica, en sistemas con condiciones controladas, con aporte de oxígeno y se reintegren a la naturaleza en un periodo no mayor a seis meses, criterios que se establecen en normas nacionales e internacionales en materia de productos compostables, mismas que retoma la Secretaría de Medio Ambiente como requisitos para la autorización de productores y distribuidores de desechables compostables.
Los polímeros biodegradables son aquellos que bajo ciertas condiciones ambientales y gracias a sus características químicas se descomponen en fracciones no contaminantes, mientras que los desechables biobasados son aquellos derivados de recursos naturales como el almidón y la celulosa, sin embargo, no son obligatoriamente biodegradables, en ellos se emplean azúcares, almidón, proteína, celulosa, lignína, biomasa o aceites, y esta diversidad de materias primas con las que se pueden fabricar los bioplásticos abre una gama de posibilidades a subproductos generados en otras industrias.
En México se está empleando materia prima local como el agave, aguacate, frutas, quitosan, nopal, entre otros, para producir distintos bioplásticos empleando recursos que se consideraban de desecho, aunado a que esta industria está muy bien alineada con la economía circular, que consta de tres elementos clave: preservar y mejorar el capital natural, optimizar el rendimiento de los recursos y fomentar la eficacia de los sistemas.
En la pagina de SEDEMA se pueden consultar las especificaciones técnicas para los productos plásticos de un solo uso compostables, en donde los interesados deberán indicar el proceso que seguirá el producto una vez terminada la vida útil, donde se asegure su descomposición en plantas de compostaje que permitan su descomposición y restitución al medio ambiente; deberán presentar un plan de manejo en donde se considere el proceso de recuperación y retorno de los productos, así como, establecer precios de garantía que fomenten e impulsen la recolección y aprovechamiento de estos residuos, también deben acreditar el cumplimiento de metas y objetivos a través de certificaciones o constancias emitidas por la unidad de inspección y presentar certificados que garanticen el cumplimiento de las normas nacionales o su equivalente en protocolos internacionales.
Este es un paso importante al mejoramiento ambiental desde la producción de los desechables compostables de un solo uso, pero no exime de la responsabilidad compartida a toda la sociedad en la modificación de hábitos de consumo y la separación adecuada para facilitar la recolección y composteo, y por último restituir estos materiales al medio ambiente mejorando la capacidad productiva del campo y disminuyendo el uso de agroquímicos que terminan contaminando los cuerpos de agua. El tiempo apremia, por lo que cada paso o medida es indispensable y con el apoyo de todos se lograrán los objetivos.