Tal vez no sean desvelos, pero sí desmañanadas en las que, con denuedo, el presidente Andrés Manuel López Obrador busca oxigenar a su gobierno, dada la fibrosis y arterioesclerosis que padece su administración, incapaz de encontrar soluciones viables y duraderas a los distintos conflictos y problemas que enfrentan los mexicanos.
Ninguno de los planes que ha puesto en marcha para hacer frente a la crisis económica y a la pandemia han tenido los resultados que se propuso alcanzar, por lo que tiene que recurrir al oxigeno de culpar al pasado y a todo el que se le ponga enfrente; aire que ha ido viciando con las toxinas que exhala en cada mañanera.
Que en las últimas dos semanas se hayan registrados oficialmente más de 200 mil contagios y más de 15 mil decesos por Covid-19, con un comportamiento ascendente, en forma alguna puede achacarse a los gobiernos precedentes. Tan sólo el jueves 21 de enero, se tuvieron más de 22 mil contagios y más de 1,800 fallecimientos.
Afirmar que “quienes trabajaron en el periodo neoliberal y los intelectuales orgánicos que protegieron la política neoliberal, los periodistas, los medios de comunicación que defendieron a ese modelo son responsables de que México no tengan los médicos, no tenga los especialistas que se requiere ahora con la pandemia”, es una forma de evadir su responsabilidad.
En realidad, los frutos prohibidos, son producto de la estrategia sanitaria -para ponerle un nombre a sus ocurrencias- de combate al coronavirus que instrumentó el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López Gatell que, por los datos disponibles, ni previene ni promociona.
El subejercicio multimillonario de la Secretaría de Salud en 2020; que a la fecha no se hayan firmado los contratos con el área especializada de la Organización de las Naciones Unidas para la adquisición de medicamentos para atender otras enfermedades; la inoperancia del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), son también otros de los frutos prohibidos, que Andrés Manuel no quiere hacer públicos.
Es decir, el presidente López Obrador se estaría amarrando el dedo antes de cortárselo, porque sabe que difícilmente podrá cumplir la promesa de que al concluir marzo ya estarían vacunados 15 millones de mexicanos.
Si a la fecha se han vacunado poco más de 550 mil personas -incluidos los morenistas gandallas- en tres semanas, para cumplir la meta presidencial, los “correcaminos” tendrán que vacunar a más de 206 mil individuos cada día, contando feriados y fines de semana.
Las medidas adoptadas por los jefes de Estado de los países más desarrollados -neoliberales-, que se apoyan en una visión científica, no ideológica ni política, contrastan radicalmente con la determinación de López Obrador de prohibido prohibir para contener los efectos de la pandemia; al final del camino se sabrá a quien corresponden los frutos prohibidos.
El tono del reclamo del primer mandatario es directamente proporcional a las dificultades que encuentra para oxigenar a su administración y a Morena, con miras a las elecciones federales de 2021, lo que podría provocar que los tengan que intubar, ya que llegarán a las urnas en junio próximo con un récord rondando las 180 mil muertes, escenario tres veces catastrófico.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Dicen luchar por la democracia, cuando en realidad muchos partidos políticos lo que buscan es acceder a recursos públicos y a cargos. Artistas, cómicos, futbolistas, escoltas y luchadores, entre otros, han escuchado el canto de las sirenas y se están postulando a puestos de elección popular. ¿Esa es la representación que necesitamos los mexicanos?