Neblina morada por todas partes,
No sé si voy arriba o hacia abajo…
¿Será mañana, o simplemente el fin del mundo?
Jimmi Hendrix
Cercado por su debilidades y sinrazón, el ocupante principal de Palacio Nacional, cree que la burbuja en la que vive impedirá que la neblina morada que cubre buena parte del país cobre peso y derruya, con su estruendo, la valla metálica tras la cual resguarda su profundo machismo.
No se requiere gran sabiduría para darse cuenta que el primer mandatario se encuentra tan cerca de la misoginia y tan lejos del feminismo, que es un comportamiento inherente al más rancio conservadurismo que se conozca; idea que Joe Biden diría que es propia del pensamiento neandertal.
Previo a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, Andrés Manuel López Obrador mandó erigir un muro para impedir a los contingentes femeninos que han hecho del 8 de marzo un día de justo reclamo por la violencia de que son objeto, se acerquen a su residencia temporal y le vayan a estropear la fachada democrática que presume, no la de Palacio Nacional.
En respuesta, diversas agrupaciones de féminas convirtieron el mal llamado “muro de paz” en memorial de las víctimas de feminicidio, que en esta administración ha tenido un repunte que a cualquier gobierno que se diga emanado del pueblo llenaría de vergüenza, pues es testimonio indeleble de su incapacidad y desdén para proteger a más de la mitad de los habitantes de un país.
A la actual sede del poder ejecutivo que, en boca de su titular, es la casa del pueblo, está vedado el acceso para quienes necesitan ayuda o protección, salvo para aquellos grupos con los cuales se puedan obtener buenos dividendos políticos o económicos, o la pantomima de los colados como muestra kitch de su cercanía con la gente.
El respaldo presidencial a Félix Salgado Macedonio, a pesar de la desaprobación generalizada de propias y extrañas, es el mejor testimonio de su óptica patriarcal y del menosprecio hacia las miles de muertas, así como el desinterés absoluto para que obtengan justicia.
La espesura de la neblina morada -título de una canción de Jimmy Hendrix- cada vez es mayor y amenaza extenderse por todas las habitaciones palaciegas donde el primer mandatario se regodea mostrar, con videos, la lujosisima austeridad republicana en qué se mueve a sus anchas. Bruma que de manera paradójica deja ver el verdadero rostro de un presidente impío frente al dolor de las mujeres.
La auténtica transformación de México la están realizando ellas, para quienes el hombre totalmente palacio de hierro es, si acaso, otro obstáculo que la neblina morada no tardará en engullir, junto con los y las que callan como momias.
Pero no solo eso, la rebelión femenina terminará por desmitificar el cuatroteísmo que, desde Palacio Nacional, se ahoga en sus mentiras y que atribuye a conjuras externas los justos reclamos de las mujeres por querer seguir vivas y sin violencia.
En tanto, el presidente López Obrador prefiere que las mujeres se vayan al cielo, se lo merecen ha dicho, porque a su gobierno liberal y de cambio profundo y verdadero, nomás no se le da combatir la violencia de género. A decir verdad, la justicia en general está ausente de la acción gubernativa.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Por esas extrañas cosas de la vida, el presidente va a inaugurar el Pabellón de la Reina Roja, en Palenque, mientras que las mujeres, reinas rojas por la sangre que han derramado, llenarán de flores el envallado que rodea el pabellón presidencial.