Hoy cuando todo mundo, propios y extraños, elevan las expectativas de crecimiento económico para México y el gobierno norteamericano anticipa que prestará 2.5 millones de vacunas a nuestro país, López Obrador recomienda cautela ante la posibilidad de una nueva crisis económica.
Estas dos buenas noticias que deberían servir para que el presidente diera rienda suelta a su optimismo y volviera a afirmar que ya se ve la luz al final del túnel y que ya pasó lo peor, quedarían anuladas por la percepción de que se avecinan tiempos difíciles.
¿A qué viene este llamado presidencial a la prudencia y a estar preparados ante una eventual nueva crisis? Sobre todo, si tenemos en cuenta que hace una semana, ante los banqueros, muy ufano pronosticó que el producto interno bruto de nuestro país crecería cinco por ciento en el presente año.
Es cierto que la posibilidad de una tercera ola de contagios por Covid-19 a nivel mundial es casi inminente, como ya se observa en algunos países europeos, obligaría a la adopción -de nueva cuenta- de medidas restrictivas y, por ende, a frenar las actividades productivas.
Pero ese no sería el único elemento a considerar. En lo interno, la política económica cuatroteísta prepandémica dejaba mucho que desear, lo que propició decrecimiento y desconfianza entre los inversionistas, nacionales y extranjeros.
Desde la cancelación del aeropuerto de Texcoco hasta la reciente Ley de la Industria Eléctrica -actualmente en litigio-, el gobierno de López Obrador ha demostrado su incapacidad e inoperancia para entender los alcances de la globalización económica
El retraimiento que se observa a partir de la segunda ola de coronavirus, por más que López Obrador diga que la economía va “muy bien”, aunado al lento proceso de vacunación en México, queda demostrado con las cifras más recientes dadas a conocer por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
La recomendación de estar preparados, sin negar la posibilidad de un nuevo episodio recesivo en las actividades productivas de parte del primer mandatario, implicaría que el gozo se puede ir al pozo y López Obrador desea amarrarse el dedo antes de cortárselo.
La insistencia en que los mexicanos no debemos estar confiados, sino actuar con cautela “para evitar que en las crisis económicas sufra el pueblo, que se sigue empobreciendo”, lleva implícito el reconocimiento del fracaso de sus programas sociales, toda vez que la pobreza sigue aumentando.
No querer echar las campanas al vuelo, ni asumir actitudes triunfalistas, sino actuar con prudencia, como propone López Obrador, son consejos que el mismo debería adoptar, ya que sus exabruptos y berrinches en poco contribuyen a crear un ambiente de seguridad y confianza.
A final de cuentas, su gobierno debería descansar no sólo en mantener las finanzas sanas y en no gastar de más, sino a gastar mejor, permitir la competencia en todas las ramas productivas y en no confrontarse con los inversionistas. De lo contrario, el suyo será un sexenio perdido.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Según la Secretaría de Relaciones Exteriores, la decisión de México de frenar en su frontera sur el flujo migratorio proveniente de Centroamérica y la decisión del gobierno de Estados Unidos de prestarle 2.5 millones de vacunas antiCovid, es mera coincidencia.