Hay demasiadas frases o palabras que identificarían el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, desde gobernar es fácil, me canso ganso, hasta la joya de la corona, que lo identifica y le da sentido a su gestión: que se esperen.
Y así estamos 126 millones de mexicanos, en espera de que el cuatroteísmo por fin empiece a dar resultados positivos, porque hasta el momento lo único real es que hay alrededor de 10 millones más de compatriotas en pobreza, que se suman a los existentes y ya representan alrededor de la mitad de la población.
En cambio a los mexicanos más ricos, a los que constantemente pide frías y lo asesoran, después de dos años son más ricos que antes, con lo cual se confirma que su lema de primero los pobres también deben esperar a que llegue su turno.
Por ambas o por mangas, en los dos primeros años de la administración lopezobradoriana, la economía lleva acumulados nueve por ciento de decrecimiento, cuando la promesa era crecer cuatro por ciento anual en promedio.
El primer trimestre del presente año, que según el primer mandatario, México tendrá un repunte económico de cinco por ciento, la inflación afecta el bolsillo de las clases populares; los aumentos a la canasta básica son cosa de todos los días.
Del sistema de salud como el de Canadá o Dinamarca prometido para finales de 2020, estamos a años luz. De un modelo decadente, pasamos a uno en ruinas, donde niños con cáncer o recién nacidos tendrán que esperar a que haya medicamentos y vacunas; lo mismo pasa con otras enfermedades como el VIH, cáncer de mama, cardíacas y respiratorias.
Dominado por la mafia de la ineficiencia, además del medio millón de muertos por Covid-19, hay que contabilizar los decesos de quienes no pudieron acceder a medicinas, insumos, equipo o instalaciones para curarse, gracias a la falta de planeación y los inexplicables subejercicios en el presupuesto de salud.
Haber vacunado a 11 millones de mexicanos en casi cuatro meses, no es un esfuerzo que merezca aplaudirse, mucho menos cuando México está en vísperas del arribo de la tercera ola de coronavirus y que cada día se pospone la conclusión del proceso de inmunización de los 15 millones de adultos, pues a la fecha solo han recibido las dos dosis una décima parte de este grupo poblacional.
No obstante que ha incrementado de manera importante el número de militares en labores de seguridad pública e interior, los homicidios dolosos y los feminicidios mantienen con López Obrador un ritmo elevado, mayor al registrado con los mandatarios anteriores, en los dos primeros años de su administración.
Entre asesinados y desaparecidos en el gobierno de López Obrador suman casi 170 mil individuos. Así es que de lo único que puede presumir el titular del ejecutivo es el exceso de mortalidad por violencia que vivimos y, por lo visto seguiremos padeciendo mientras esperamos a que los abrazos y no balazos hacia los delincuentes rindan frutos.
Con todos estos logros en su haber, el presidente López Obrador no entiende cómo millones de mexicanos no puedan estarse sosiegos, y le desespera que no puedan esperar a que él decida cuándo es su turno para una vida menos injusta.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Poco le duró el gusto a Napito su aparente triunfo en lo que será la nueva ley de subcontratación, pues ya hay un laudo en su contra por el desvío de 54 millones de dólares recibidos mediante un fideicomiso por la venta de Mexicana de Cananea y que lo obliga a pagar ese monto.