La suma de errores y promesas incumplidas de parte del gobierno, por más que el presidente Andrés Manuel López Obrador tenga otros datos, más la absoluta inoperancia de Morena como partido político, llevan a pensar que en las elecciones intermedias de junio próximo seremos testigos del posible “desmorenamiento” de la vida política mexicana.
No ha sido necesario el surgimiento de una oposición vigorosa y nuevos liderazgos que hicieran frente al constante protagonismo del primer mandatario para hacerse de la voluntad del electorado. Ha sido la excesiva presencia presidencial, combinada con la ausencia casi total de resultados tangibles, lo que está provocando un vuelco en las preferencias ciudadanas.
Palabrería que no va acompañada de hechos que se traduzcan en mejores condiciones de vida de la población está siendo interpretada como engaño, en particular en este inicio de año, donde los efectos de la pandemia se han traducido en mayor pobreza e incremento de las desigualdades.
La falta de respeto y apego a las leyes de parte del gobierno lopezobradoriano también ha contribuido con su cuota al desprestigio interno e internacional. Imagen negativa que se traduce falta de inversiones; las recientes reformas al sector energético -contrarias a lo previsto en la Constitución- constituyen la gota que derramó el vaso de la desconfianza en las autoridades.
Sin crecimiento económico, ni medicinas y un paquidérmico plan de vacunación; con poco empleo, la precarización de los ingresos de los trabajadores y una canasta básica que día a día sale más cara, borrando el incremento a los salarios mínimos y profesionales, el descontento social va en aumento.
Para ocultar la incapacidad gubernamental para dar solución a las demandas más urgentes de la población, el presidente López Obrador -como es su costumbre- busca culpables por su desastrosa gestión. Ahora, ya no sólo es el pasado, también hace responsables de su desmoronamiento a periodistas, conservadores y a las autoridades electorales.
Además, con la pequeña ayuda de dirigentes, candidatos y simpatizantes de Morena -incluidas las brigadas correcaminos de los servidores de la nación en tareas de proselitismo-, han dado muestras fehacientes de su inclinación a prácticas electorales fraudulentas.
Impulsores los morenistas del endurecimiento de las sanciones a quienes buscan saltarse las leyes en los procesos comiciales, hoy quieren que el árbitro y el juez electorales se hagan de la vista gorda ante sus chapucerías y conductas no sólo apartadas de la ética, sino vulgares en extremo, que a diario son documentadas en las redes sociales.
El alejamiento de la gente llevó al consejero jurídico de la Presidencia, Julio Scherer, a considerar que el INE se está sobrelimitando en sus funciones, por haberle quitado las candidaturas a Félix Salgado Macedonio y Raúl Morón, así como porque, los cuatroteístas, no podemos vivir con un presidente mediatizado que, sin embargo, no respeta la veda electoral.
Y de manera consciente o inconsciente dijo: “el presidente, digamos, tiene un problema, Carmen (Aristegui): hay que taparle la boca también a los reporteros… hay que decirle a los reporteros: usted no puede preguntar de esto y no puede preguntar de lo otro, porque entonces pone en riesgo al presidente de que el INE le ponga una multa o lo meta a la cárcel”.
Así se vive y se siente en Palacio Nacional este desmoronamiento de Morena, junto con el “desmorenamiento” de la sociedad.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Para completar el cuadro, el Tribunal Electoral avaló la restricción aprobada por el INE para evitar que el partido mayoritario alcance una sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados, por medio de la estrategia de postular a sus propios militantes como candidatos de otro partido con el que se vaya en coalición, con la finalidad de acaparar más curules.