La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, se sacude a los demonios que andan sueltos en Palacio Nacional y sus alrededores.
Resulta que el fuego que ha recibido desde el inicio de su gestión, incluso desde antes, está plenamente identificado: proviene de los sótanos de Palacio y es motivado por la cercanía y confianza que ha depositado en ella el presidente, Andrés Manuel López Obrador.
Esa cercanía le ha generado envidias de parte de quienes sienten que esa confianza y el derecho de picaporte con el presidente de la República les asiste por derecho divino, y por conocerlo desde antes, olvidando que muchísimos han hecho camino al andar, desde sus respectivas trincheras.
Desde sus primeros acercamientos con la Cuarta Transformación, la entonces ministra en retiro fue objeto de grillas nauseabundas de parte de autodenominados escuderos del presidente, asociados con un personaje perverso, siniestro, vecino de Palacio Nacional, y que, en público y en privado, rumiaban su ira porque la ministra iba a ser la responsable de la política interior del país.
Las grillas e intentonas de los sedicentes amigos del presidente por impedir que la ministra Sánchez Cordero llegará a ocupar esa posición, no prosperaron por la única razón de que el presidente electo tenía una firme decisión, la de empezar a hacer historia desde el primer gobierno de izquierda del país, y para ello mandar un mensaje a los suyos, pero también a sus adversarios políticos, para entonces política y moralmente derrotados.
El mensaje era claro, que su gabinete estaría conformado de manera paritaria y que el segundo cargo en importancia, después del presidente, fuera para una mujer y qué mejor que para una ministra que gozaba de todos los blasones en términos de capacidad, trayectoria, honestidad, entrega y lealtad al país.
Ante tal decisión y el reiterado fracaso golpista en contra de la secretaria, las grillas entonces se dirigieron hacia minimizar, menospreciar las atribuciones de la Secretaría de Gobernación, que para entonces efectivamente ya no contaba con la de coordinar la función de la seguridad nacional, pero mantenía la primordial de regir la política interior del país y mantener la gobernabilidad.
Entonces se arremetió contra la secretaria en esos terrenos, sembrando la suerte de que se estaba perdiendo gobernabilidad y de que otros funcionarios estaban haciendo esas funciones, olvidando o queriendo hacerlo, de que el presidente se mueve en función de encargos.
Fuentes de dentro y fuera de Palacio Nacional, que conocen al presidente, confían a En Corto que, a su gente de más confianza, el jefe del Ejecutivo les encarga frecuentemente cosas que van más allá de sus funciones formales o que invaden otras competencias y esferas.
En otras palabras, en el gobierno de la 4T es muy común que sus secretarios o funcionarios de más confianza parezcan ser omisos en algunos temas o, en su defecto, invadir esferas de acción de otras áreas.
Por lo mismo es ya lugar común ver al canciller, Marcelo Ebrard, otro personaje de la confianza presidencial, invadiendo terrenos de quien complaciente lo permite, el secretario de Salud, Jorge Alcocer Varela, y viajar a otros países para ver lo de la compra de vacunas, que opinar sobre asuntos de política.
O al vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, quien aparte de atender las mañaneras desde un punto de vista puramente periodístico, tiene que aterrizar y dar seguimiento a las instrucciones giradas, a partir de las intervenciones de los periodistas.
Al consejero jurídico, Julio Scherer Ibarra, quien aparte de temas estrictamente de su ámbito, tiene que atender aspectos relacionados con la política.
A la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, quien frecuentemente tiene que destrabar cosas fuera de su resorte, por petición presidencial.
O a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo, quien como parte del grupo denominado “Las mujeres y hombres del presidente”, tiene que actuar de manera polifacética para solucionar aspectos ajenos al terreno de la ciudad.
O a la secretaria de Gobernación, quien invariablemente tiene que intervenir para resolver temas de la competencia de las secretarías del Trabajo, Salud, Educación, Comunicaciones y Transportes o de dependencias como el IMSS o simplemente de participación ciudadana, etcétera.
Pero los fundamentales, eso sí los tiene que atender ella y su prueba de fuego la ha tenido con los gobernadores de la Alianza Federalista, quienes no obstante su beligerancia mostrada, siguen participando de manera activa y directa o a través de sus subordinados, según la materia, en las tareas sustantivas que coordina la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero.
Ahí el fuego amigo ha esparcido el rumor de que se ha perdido la gobernabilidad, cuando en los hechos, y en los momentos políticos más críticos, la única que ha mantenido la relación y ha restañado heridas con los gobiernos de extracción opositora, ha sido la ministra en retiro.
En particular con los gobernadores de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez y de Chihuahua, Javier Corral Jurado, quienes, a pesar de sus enormes diferencias con algunas decisiones presidenciales, continúan participando ellos mismos o sus secretarios de Salud, en las reuniones virtuales que coordina la secretaria Sánchez Cordero, en materia de Salud, en particular para definir acciones en el combate al Covid-19.
Incluso, y es una palomita que se le ha escamoteado a la responsable de la política interior del país, es la de haber logrado la reaparición en esas reuniones virtuales que ella coordina, del controversial mandatario estatal de Tamaulipas, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, quien participó en la reunión de la semana pasada, luego de su repentina desaparición, tras las acusaciones en su contra y el debate sobre si mantenía o no su fuero constitucional.
Aunado al hiperactivismo político que ha tenido que desarrollar en este casi primer tercio de gobierno de la Cuarta Transformación, en el que ha tenido que sacar un colmillo político, distante de su oficio como jurista, Olga Sánchez Cordero ha recibido múltiples espaldarazos públicos y privados del presidente López Obrador, en momentos en que a sus adversarios arrecian el fuego amigo.
Ante esa situación, la pregunta suelta es ¿Llegará el momento en que la secretaria de Gobernación se anime a descorrer el velo y desnudar a sus detractores existentes al interior de la 4T?
En Cortito: Nos cuentan que a nivel nacional los apagones van a continuar, después de la pérdida de aproximadamente 2 mil 500 millones de dólares por la subida del precio del gas en febrero, el cual ya se encuentra en sus niveles normales. Nos dicen que la CFE tendrá que posponer sus proyectos de plantas generadoras y aumento de líneas de transmisión, lo que a su vez va a generar un retraso en la capacidad de producción del país. Ya que existe un proceso de arbitraje con Goldman Sachs por al menos 400 millones de dólares y lo más probable es que CFE lo termine perdiendo en un lapso máximo de cuatro años, más los cargos por los daños ocasionados. Además, verá encarecerse o incluso desaparecer sus financiamientos futuros, derivado de dicho arbitraje.