Aunque lo traten de esconder, los resultados electorales del pasado domingo 6 de junio, generaron desestabilización en algunos personajes de Morena. La no obtención de la mayoría calificada y la pérdida de la mitad de la Ciudad de México han originado traspiés en las expresiones del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Primero, en sus mañaneras del 7 y 8 de junio, donde en su búsqueda de encontrar culpables por la pérdida de millones de votos, nuevamente se lanzó contra los medios de comunicación. Sin embargo, en esta pretendida descalificación, el primer mandatario a quien en realidad ofende es a la población.
Creyó que su papel de cuenta cuentos en dos años y medio sería suficiente para garantizarle el respaldo de la ciudadanía, cuando la congruencia entre palabras y realidad no se correspondían y lo cual quedó demostrado a lo largo de este lapso. Creyó que su discurso era suficiente para engañar a amplios sectores de la población.
El desequilibrio que le provocaron los resultados electorales, lo llevaron a querer recuperar su ADN original, el priismo que casi todos los morenistas llevan dentro, y proponer una alianza con el Revolucionario Institucional, a fin de alcanzar los votos que le permitan llevar a cabo las reformas a la Carta Magna que desea.
Es muy seguro que ese lapsus o traición de su subconsciente se sustente en su capacidad para la presión y el chantaje de aquellos diputados tricolores con pasados no tan inmaculados y, de esa forma, hacer realidad su sueño de tener un Primor legislativo, por más que el líder nacional del PRI, Alejandro Moreno rechace, sin ser tajante, esa posibilidad.
Cabe recordar la existencia de varias iniciativas, mal hechas, de cambios constitucionales están suspendidas y habrán de resolverse en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como las relativas a la industria eléctrica y a los hidrocarburos que pretenden hacer cambios en estas áreas sin modificar la Constitución.
La propensión al realismo mágico, la milagrería y los embrujos del primer mandatario –como quedó demostrado en los primeros meses de la pandemia- lo llevan a creer que algún evento de esta naturaleza le permitirá una segunda etapa de su mandato sin grandes contratiempos y sin tener que ceder demasiado a la oposición.
Sin embargo, sus cálculos y sus otros datos han demostrado poca asertividad no sólo en el plano interno, sino también con el exterior, donde las imposiciones de su principal socio comercial, no siempre diplomáticas, le están marcando la ruta a seguir en materia migratoria, laboral y medio ambiente.
Tanto Donald Trump como Joe Biden, cada uno con su respectivo modito, le han hecho sentir que su verborrea bolivariana los tiene sin cuidado, siempre y cuando no afecte sus intereses. Así, se pasó de la amenaza de establecer aranceles a las exportaciones mexicanas, al anuncio de seguir apoyando a agrupaciones y organismos no gubernamentales en tareas en favor de la democracia y contra la corrupción, a cambio de contener la migración centroamericana.
Este entorno complejo también tuvo efecto en el presidente López Obrador, durante la visita y encuentro que sostuvo con la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. Salvo que se tratara de una cábala, la prestancia del primer mandatario dejó mucho que desear.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
La inhabilitación del servicio público por 10 años al ex secretario de Hacienda y de Relaciones Exteriores en el gobierno anterior, Luis Videgaray, por parte de la Secretaría de la Función Pública, implica varias lecturas; al menos dos tendrían que ver con los resultados electorales, tanto en Guerrero como a nivel nacional y las intenciones primorosas.
@Edumermo