Sin digerir el fuerte descalabro sufrido por Morena en la Ciudad de México, que gobierna su protegida Claudia Sheinbaum, el presidente Andrés Manuel López Obrador atribuye esta pérdida, entre otros factores, a que los votantes que lo hicieron por la oposición no viajan en Metro y, de manera implícita, al cada vez menor impacto de sus homilías mañaneras.
Cual si fuera personaje de la famosa película “La ilusión viaja en tranvía”, el titular del ejecutivo desearía manejar a su libre albedrío el destino de su viaje, que tiene como terminal el 2024 y que el trayecto que le resta fuese sin sobresaltos y sinsabores.
Sin embargo, su reacción posterior a la jornada electoral del domingo pasado estaría encaminándose hacia una mayor polarización social, al descalificar a quienes les negaron su voto y enaltecer la condición de jodidez de quienes sí sufragaron por Morena.
Esta visión –réplica de la utilizada por los gobernantes absolutistas- lo lleva a culpar a los demás de sus yerros, en particular a la prensa. El “combo” de calificativos que el miércoles endilgó a los medios de comunicación, en los hechos, es inversamente proporcional al menor efecto de su mensaje entre amplios sectores de la población.
Ello obedece a que la realidad no viaja en el tranvía de la ilusión cuatroteísta. Hasta ahora, el cambio verdadero ha significado hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres; la economía de dimensión social y moral, no aparece por ningún lado.
De igual manera, el discurso de los últimos tres días revela la aceptación presidencial de que las benditas redes sociales han perdido la influencia inicial. La admiración y respeto hacia el primer mandatario al arranque de su administración, se han vuelto descreimiento y críticas al constatar que se trata de un gobierno fallido.
Cada vez es menor el número de personas que otorgan validez a los otros datos, el mundo color de rosa-guinda que nos quiere vender la administración lopezobradoriana, ya que no corresponde con las condiciones de vida en el que se encuentran millones de mexicanos.
La falta de empleo, salarios miserables, el desdén para atender con eficiencia la pandemia del Covid-19, la carestía, la inseguridad y el abandono a las víctimas del coronavirus y la violencia, rodean la magnificencia del untuoso y majestuoso Palacio Nacional, símbolo inequívoco de la austeridad republicana.
Las condiciones de sobrevivencia en la que se encuentra la gran mayoría de quienes viajan en el “democrático” Metro, no son resultado de las noticias ni los comentarios que se dan a conocer a través de la prensa, sino de un gobierno que prometió corregir las desigualdades originadas en el pasado y lo único concreto que ha hecho es profundizarlas.
En el caso de la CDMX, las expresiones de López Obrador también constituyen un reproche indirecto a las autoridades de la capital del país, incapaces de vender la ilusión cuatroteísta.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Bien recibida la nominación de Arturo Herrera a la dirección del Banco de México. Esperemos que en el banco central cumpla a cabalidad las funciones que tiene asignadas y no como en la Secretaría de Hacienda, cuando lo metieron a participar en el plan de vacunación, donde quedó a deber: en mayo no se habían vacunado 80 millones de personas como se comprometió, apenas han llegado una cuarta parte de las dosis supuestamente adquiridas y el costo de las mismas será superior a los 32 mil millones de pesos presupuestados.
@Edumermo