Dígase lo que se diga, escríbase lo que se escriba, el sucesor del presidente Andrés Manuel López Obrador estará entre la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, a pesar de la tragedia de la Línea 12 del Metro y otros avatares por venir.
Por la cabeza y el corazón del Presidente no han pasado, ni pasarán, más nombres, aunque obligado por las circunstancias tenga que ampliar su baraja, como lo hizo la semana pasada al incluir al embajador de México ante la ONU, Juan Ramón de la Fuente, y al ex secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, entre otros.
Y jamás ha pensado -aunque le dé un trato a veces más que cordial- en Ricardo Monreal, coordinador de Morena en el Senado, a quien lo tiene simplemente como una pieza importante en su ajedrez, pero no de toda su confianza, que le sirve para hacer el trabajo sucio en “las cañerías” de la política, en las que se mueve como pez en el agua, fiel a su tatuado linaje priísta.
La intuición de Monreal lo llevó a acusar recibo de la intencional amnesia política del presidente López Obrador en la mañanera del 14 de junio, donde lo excluyó de su lista de presidenciables.
La razón de ese saque es obvia, Monreal traicionó los designios del mandatario en la Ciudad de México, particularmente en la alcaldía Cuauhtémoc, donde el senador habría operado para que no ganara Dolores Padierna.
Con esa acción, de efecto dominó, se evitó que el grupo de René Bejarano, exsecretario particular del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, se fortaleciera y Padierna Luna se catapultara como sucesora de Claudia Sheinbaum.
Jugada maestra la anterior, propia de un auténtico político de viejo cuño, de esos de los que actúan conforme al manual de Maquiavelo, a los que López Obrador les receta el adjetivo: ambiciosos vulgares.
La supuesta ofensa infligida por el Presidente con esa exclusión generó reacciones inmediatas.
Y resultó por lo menos una extraña y obvia coincidencia, que de donde haya detonado y se propaló una pretendida “noticia bomba”, haya sido en el Senado de la República, cuya presidencia de la Mesa Directiva detenta precisamente el senador Monreal.
Debido a ello, los reflectores apuntaron de inmediato hacia el manejador personal de medios del coordinador de los senadores de Morena, un siniestro personaje, venido de lo más trasnochado del priismo, corrupto y corruptor de medios y de veteranos periodistas, que gracias a esos sucios oficios tejió una red de relaciones y complicidades que mantiene a la fecha y con los cuales opera, en momentos coyunturales.
Un integrante de ese grupo de periodistas confío a este columnista la forma en que se echó a andar esa estrategia: El personaje monrrealista, ubicado en el lado oscuro de la comunicación, está perfectamente identificado en Palacio Nacional por su mala fama, pero más aún por su manejo desaseado; construyó una narrativa inverosímil y de débil argumentación, pero que se dedicó a propalar por doquier con sus aliados.
En este juego cayeron un sector de las redes sociales e, incluso, algunos periodistas y conductores radiofónicos.
Con ello lograron de manera temporal su objetivo inmediato de desviar los reflectores que tenía encima su jefe por un tema de fondo: su traición al proyecto transexenal de la 4T, por su actuación en el pasado proceso electoral.
La jugada que consideraron los autores como maestra, para lograr ese propósito, consistió en propagar el supuesto inminente relevo de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, por Zoé Robledo, exsubsecretario de Gobernación y quien efectivamente goza de la confianza del Presidente, pero que carga a cuestas un pecado comunicacional: su manejador de medios es un alfil de un grupo compacto, al que también pertenece el de Monreal y que obedece a ciegas las instrucciones de priistas y perredistas, y simula obedecer las de la vocería presidencial.
Lo interesante en este entuerto es si Zoé Robledo sabe esto y lo propicia y, en particular, si en este reciente juego poco aseado contra su exjefa, él tuvo conocimiento, tuvo participación o simplemente fue omiso.
La narrativa construida y difundida fue desbaratada por el Presidente en su mañanera del pasado viernes cuando de manera burlona dijo desconocer lo difundido sobre los supuestos relevos en su gabinete ante la pregunta expresa de una reportera.
El segundo elemento de las líneas discursivas creadas y difundidas fue verdaderamente de párvulos; éste consistió en asegurar de manera categórica que el Presidente ascendería al subsecretario de Salud y llamado zar anticoronavirus, Hugo López Gatell, a la titularidad del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en sustitución justamente de Zoé Robledo.
¿Aquí aplica la lógica pura, un ascenso para abajo? Desde la subsecretaría, López Gatell es jefe de los Institutos y más aún porque él es el jefe formal, aunque no oficial de toda la Secretaría de Salud, ante la incapacidad e inactividad del secretario Jorge Alcocer Varela.
Luego entonces no habría tal ascenso en esa narrativa poco creativa y menos inteligente de parte de su creador o creadores que, no obstante, sí pudieron hacerla crecer, a fuerza de la insistencia y del cobro de facturas a viejos periodistas afectados por la llegada al poder de la 4T, pero apapachados por su mecenas.
De acuerdo con una fuente del Senado de la República, este mecenas usa recursos públicos y otros muchos más de dudosa procedencia para mantener la complacencia de los medios de comunicación y el buen trato de periodistas hacia su jefe.
En el desespero porque su jefe era afectado por la difusión sobre las consecuencias de su traición a la Cuarta Transformación, el manejador de medios monrealista aplicó la fácil, la inmediata, la del manual de bolsillo, la de su relación con un sector de periodistas, que ayudaron a hacer crecer sus líneas argumentativas, pero en el pecado lleva ya la penitencia, ya se hizo más visible a los ojos de todos, así como sus alfiles de otras dependencias.
La narrativa construida, y difundida a través de una tarjeta ciega, “para los amigos”, según nuestra fuente, tuvo también un mensaje lastimero, ofensivo y amenazante para el presidente López Obrador, que es recurrente cada vez que la coyuntura amerita, según sus difusores:
Que no se olvide el mandatario que Ricardo Monreal le dejó el camino libre a Claudia Sheinbaum para que fuera jefa de gobierno de la Ciudad de México; que no se olvide que el senador le operó todas sus pretendidas reformas o la aprobación de la “Ley Zaldívar”.
Y más aún, en ese contexto, aseguraron que el Presidente había traicionado ya en el pasado a Monreal y que la pregunta ahora es si lo volverá a traicionar en el juego de la sucesión presidencial.
Ante esa actitud desafiante de los difusores y jilgueros de Monreal, lo interesante será ver qué futuro le deparará al político zacatecano, quien no entendió el mensaje tácito del primer mandatario, a través de Mario Delgado, al dejar pasar a su hermano en Zacatecas, a pesar de la fama de la familia en aquella entidad y del vergonzante y ofensivo manoseo de su hermano, David, hoy gobernador electo, a la candidata a alcaldesa en un mitin.
A cambio respondió jugando a las vencidas en la Ciudad de México, en particular en la Cuauhtémoc, donde por tener sentados sus reales, era impensable que perdiera Morena, salvo por medio de una bien pensada y mejor ejecutada maniobra en contra.
Monreal y su séquito deberían saber, ya que presume tener tanta cercanía con el Presidente y desayunar todos los lunes con él, lo que seguro seguirá haciendo, que no le conviene jugar a las “fuercitas” con Andrés Manuel López Obrador, pero sobre todo con su investidura, quien ya acusó recibo de su actuación.
¿Por todo lo anterior, estimado lector, usted considera que Ricardo Monreal puede ser presidenciable? ¿y que el olvido del jefe del Ejecutivo en su mañanera, fue involuntario?
La respuesta es no, no solo porque nunca Monreal ha sido de su círculo cercano, por más que este se ufane y se afane en querer serlo, sino porque en la cabeza y corazón del jefe del Ejecutivo hay solo dos presidenciables, sobre los cuales se decantará: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, no más.