Tal vez sea disonancia auditiva, pero durante el fin de semana, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio visos de que dejará de atosigarnos con las mañaneras. Primero, dijo que no tiene la verdad absoluta y, segundo, que los hechos hablarán y sobran las palabras.
Esperemos que estos pronunciamientos no terminen por convertirse en una más de los cientos de promesas presidenciales incumplidas; ojalá este nuevo estado de ánimo del jefe del ejecutivo no sea efímero o se trate de otra gracejada de las acostumbradas.
Difícil tratar de entender los motivos del primer mandatario, pero es factible especular que fueron sus ataques a las clases medias y su quién es quién de las mentiras, que le merecieron criticas de todos lados, lo que lo haya hecho reflexionar sobre la inconveniencia de seguir por ese camino de confrontación directa.
Igual es resultado de la pobre exhibición al bate que ofreció en su gira por Sonora, donde en lugar de macanear la pelota, sólo encontró aire a su paso. Algo similar ocurre con muchos de sus programas y medidas que, por más empeño que ponga, nada más no se concretan.
Otra posible causa, puede ser que ya se le pasó el coraje por los resultados electorales del 6 de junio, donde el carro completo que esperaba alcanzar en la Ciudad de México y en la Cámara de Diputados quedó lejos de volverse realidad.
Como si se tratara de un acto de contrición, después de sus exabruptos poselectorales, López Obrador aseguró que va a continuar trabajando en bien del pueblo, “atendiendo a todos, escuchando a todos, respetando a todos”, pero dándole preferencia a la gente humilde, a la gente pobre. Esto es humanismo y tiene que ver con la buena fe y con el amor al prójimo.
¿Será, acaso, que ya se dio cuenta de la inutilidad política de generar divisionismo entre los mexicanos o se trata de una treta para ganar tiempo y evitar mayores reclamos como el de los padres de los niños con cáncer por la falta de medicamentos?
Porque López Obrador y el cuatroteísmo en general son muy dados a desconocer sus propias palabras. El ejemplo más claro de este comportamiento, es su rechazó a la militarización en la seguridad pública e interior, en la época de Enrique Peña Nieto.
Hoy que tienen el poder, no sólo le dieron la vuelta a la ley que dio origen a la Guardia Nacional, que tendría carácter civil, sino que la mayoría de sus integrantes provienen de las fuerzas armadas. No conforme con ello, ahora pretende incorporar –subordinar- a la GN a la Secretaría de la Defensa Nacional, además de las concesiones para el manejo del aeropuerto de Santa Lucía y parte del Tren Maya.
Próximo a cumplir la mitad de su mandato, las excusas por el incumplimiento de sus proyectos y metas pierden validez, sobre todo todas aquellas que atribuye al pasado, desde el inmediato hasta lo ocurrido hace más de tres décadas, aun cuando, en esencia, utiliza las principales recetas neoliberales, con lo cual ha propiciado pobreza y desigualdad.
La tarea que se propone llevar a cabo López Obrador de que hablen los resultados y no los dichos, es contrario a su naturaleza, toda vez que los primeros son magros y, los segundos, abundan sin que por ello se puedan conciliar o corresponder.
Por tanto, la contención verborreica difícilmente será significativa. En caso de darse, quizá quedaría reflejado en la periodicidad o durabilidad de las mañaneras; de no ser así, el bla bla mantendrá la primacía sobre los hechos.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Para decirlo con claridad: hay gobiernos que dan y gobiernos que quitan. El nuestro es un gobierno que da, aunque nos tachen de populistas, señaló López Obrador, sin mencionar los miles de millones de pesos que quitó a rubros sociales, para pagar el Fobaproa petrolero, por la enorme deuda de Petróleos Mexicanos o para cumplir sus caprichos en obras de infraestructura.
@Edumermo