En pleno mes patrio, el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene poco espacio para presumir su investidura que, si bien vistió con el orgullo de los otros datos en su tercer informe de gobierno, conforme pasan los días tiene que cuidarla al máximo para que los temas del aborto, la migración y las inundaciones no le quiten el dulce encanto de portarla.
Tales asuntos ponen en predicamento el humanismo cuatroteísta del titular del ejecutivo, que se encontraría tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos, justo en estas fechas en que está por conmemorarse el bicentenario de la Independencia de México.
Desde la altura y lejanía del untuoso Olimpo de Palacio Nacional, todo se ve bien, nada perturba su sueño y le es suficiente su rol de community manager para llevar tranquilidad y alivio a las víctimas de los desastres, sean naturales o provocados por sus políticas.
Sus evasivas a pronunciarse en un sentido u otro -las fuera máscaras que predica en otros momentos- en torno a la supresión del embarazo quedó perfectamente clarificado antes de que la Suprema Corte fijara una postura. “No puedo, por la investidura presidencial, exponerme a un desgaste, tengo que cuidarme y este asunto es bastante polémico… no es un asunto del ejecutivo”, puntualizó AMLO.
Poco después la Suprema Corte resolvió por unanimidad de diez votos que es inconstitucional criminalizar el aborto de manera absoluta, y se pronunció por primera vez a favor de garantizar el derecho de las mujeres y personas gestantes a decidir, sin enfrentar consecuencias penales.
La SCJN declaró la invalidez del artículo 196 del Código Penal de Coahuila que establecía una pena de prisión a la mujer que voluntariamente practicara su aborto o a quien la hiciere abortar con el consentimiento de aquella, pues vulnera el derecho de la mujer y de las personas gestantes a decidir. Por lo tanto, estableció como inconstitucional criminalizar de manera absoluta la interrupción del embarazo.
Así, el superior interés presidencial de cuidarse está por encima de cualquier otra consideración, como puede ser la responsabilidad constitucional de proteger a los ciudadanos mexicanos ante fenómenos meteorológicos.
Por supuesto, López Obrador aceptó que este 7 de septiembre de 2021 ha sido un día “muy malo” y que le causa tristeza el fallecimiento de 17 pacientes del hospital del IMSS por el desbordamiento del río Tula, en Hidalgo.
Pero con su porte de estadista de verdad, agregó: “Ha caído mucha agua en todo el Valle de México y seguirá lloviendo. Quienes viven en las zonas bajas, trasládense por lo pronto a albergues o partes altas con familiares o amigos”.
Nunca antes se había manifestado este alto nivel de empatía y consuelo para con los afectados; actitud solidaria que quedó sellada desde la desaparición del Fondo Nacional de Desastres, cuya corrupción no ha sido esclarecida ni denunciada.
Y ni que decir de la inicial política de fronteras abiertas que prometió López Obrador para los centroamericanos, ya fuese para incorporarse a las actividades productivas en territorio mexicano o para llegar a los Estados Unidos.
El vecino del norte no está tan lejos, sino más bien muy cerca, como para lograr un intercambio beneficioso: levantar un muro humano de contención de migrantes en la frontera sur, a cambio de vacunas para un gobierno que quiere gastar lo menos posible en salvaguardar la salud de sus habitantes
En medio de la temporada de lluvias, parece ser que la investidura presidencial, por más cuidados que tenga su portador, habrá de empaparse de realidad.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Todo indica que no sólo las trabes de la Línea 12 del Metro se pandearon y provocaron una desgracia, la economía de la CDMX lleva 7 trimestres con números rojos, por lo que se ve difícil que crezca 6 por ciento al finalizar el año, como prometió Claudia Sheinbaum.
@Edumermo