La naturalidad con la que el gobierno más humanista en la historia moderna de México ve el deceso de más de 700 mexicanos al día, ofende más que sus desvaríos por querer castigar a quienes en la segunda mitad del siglo pasado cometieron violaciones a los derechos humanos y crímenes.
Que el presidente Andrés Manuel López Obrador haya creado una comisión de la verdad, para investigar y, si se puede, castigar los homicidios atribuibles a los gobiernos que le antecedieron entre 1965 y 1990, semeja más un nuevo pretexto para evadir la responsabilidad de su gobierno por los cientos de miles de muertos durante su mandato.
La llamada “guerra sucia”, a la que se pretende enjuiciar, se refiere al comportamiento autoritario de los gobernantes de esos años, que dejó cientos de mexicanos asesinados o desaparecidos en su lucha por mayores libertades en el país.
Con el tono rimbombante que caracteriza al gobierno actual, el 2 de octubre pasado -al conmemorarse el 53 aniversario de la matanza de Tlatelolco-, López Obrador anunció la creación de la “Comisión por Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las Violaciones Graves a los Derechos Humanos, cometidos entre los años 1965 y 1990”.
El subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de Gobernación, Alejandro Encinas, ha señalado que dicha comisión tiene como objetivo realizar “las acciones que sean necesarias para el esclarecimiento de la verdad, la reparación integral y el derecho a la memoria y, en su caso, iniciar ante las autoridades ministeriales de atención a las víctimas todas las acciones que sean necesarias para que haya justicia”.
Este ejercicio recurrente de mirar por el retrovisor para castigar a quienes cometieron actos ilegales y de corrupción o violaron derechos humanos, al que es tan afecto el titular del ejecutivo federal, no debe hacernos olvidar ni permitir que se quieran esconder bajo la alfombra los cientos de miles de muertes acaecidas durante lo que va de la administración lopezobradoriana.
Sería un verdadero milagro o una proeza que durante lo que resta del gobierno actual se pudiera establecer una comisión de la verdad que, a imagen y semejanza de la recién creada, sirva para esclarecer el exceso de mortandad, por la pandemia y la violencia en la que vivimos y se castigue a los responsables.
Lo que nos ha sucedido a los mexicanos en los últimos tres años de cuatroteísmo, bien podría catalogarse como “guerra limpia”; lapso en el cual han ocurrido más de 750 mil muertes, muchas de las cuales pudieron haberse evitado.
Guerra limpia, porque no se trata de la acción deliberada de las autoridades para reprimir a disidentes como ocurrió en la segunda mitad del siglo 20, sino de la omisión en el ejercicio gubernativo para salvar vidas.
La indolencia, indiferencia, desdén e ineficacia del aparato gubernamental han quedado perfectamente retratadas en las fallidas estrategias para atender la pandemia, la violencia y la inseguridad.
Las cifras están a la vista: han muerto mil veces más mexicanos durante la “guerra limpia” -que aún no termina- a los registrados durante los 25 años que duró la llamada “guerra sucia”.
He dicho.