Anclado ideológicamente en el edén idílico del echeverriato, el actual mandatario mexicano ya no sabe a quién más echarle la culpa de su mal gobierno y poco le faltó para culpar a las universidades e instituciones de educación superior públicas de “traidoras a la patria”.
Después de medio siglo de su paso por las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de México, Andrés Manuel López Obrador sigue añorando y quiere restaurar el modelo del Estado benefactor –ahora denominado de bienestar.-, que nunca pudo acabar con las desigualdades económicas y sociales.
Decir que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y otras instituciones de este nivel se volvieron individualistas y defensoras de proyectos neoliberales, anticipa un nuevo embate del cuatroteísmo contra la autonomía de las mismas.
En comparación con la Universidad de la Ciudad de México, creada por López Obrador cuando fue jefe de gobierno de la capital del país, cuyos resultados en calidad y eficiencia terminal están por abajo del promedio nacional, sólo engrandece a la UNAM, cuyos logros son reconocidos a nivel mundial.
Casi desde su llegada al poder, el titular del ejecutivo buscar controlar a la máxima casa de estudios. La reforma educativa que propuso en 2019 ya consideraba esta posibilidad. Y desde entonces persiste en este propósito.
Con cierta frecuencia habla de la corrupción y vida palaciega de las autoridades y altos funcionarios en las instituciones de enseñanza superior, según él; les limita el presupuesto y ahora, pone en duda la calidad de la enseñanza que ofrecen a los estudiantes.
Lo mismo que Luis Echeverría, el tabasqueño quiere establecer un modelo alternativo en materia educativa. En los años 70’s del siglo pasado, el entonces mandatario creo decenas de institutos tecnológicos, como ahora López Obrador con sus Universidades Benito Juárez.
En opinión del actual titular del ejecutivo la UNAM perdió su esencia, de formación de cuadros de profesionales para servir al pueblo. Ya no hay los economistas de antes, los sociólogos, los politólogos, los abogados.
En eso tiene razón, porque el mundo y México son hoy radicalmente diferentes a los existentes hace medio siglo. Las ciencias sociales han cambiado tanto en estos tiempos, por lo cual sería iluso que los sistemas de enseñanza permanecieran estancados.
Es como si hoy a los estudiantes de agricultura insistieran en enseñarles cómo funciona un trapiche, en vez de brindarles conocimientos sobre las ventajas de utilizar maquinaria para levantar más rápido las cosechas.
Según el presidente López Obrador ya no hay Derecho Constitucional, lo cual es una falsedad; es materia fundamental no sólo para los estudiantes de leyes, sino para otras disciplinas.
Sin embargo, en su época de estudiante, sí se impartía. Pero por la forma constante en que insiste en violar y darle la vuelta con subterfugios a la Carta Magna, pareciera que no la cursó. De ahí las múltiples controversias por inconstitucionalidad que se han interpuesto en contra de sus iniciativas.
Las decenas de miles de universitarios han sido fundamentales para darle sustento al desarrollo nacional. Que un egresado de sus aulas pretenda descalificar estos esfuerzos, habla de un espíritu ególatra que, para evadir sus responsabilidades, culpa a los demás.
La UNAM está por encima de insidias y afanes absolutistas.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Si a los “machuchones” que integran su consejo asesor, el presidente López Obrador no los toca ni con el pétalo de una rosa ni con el cobro de adeudos fiscales, mucho menos con una expropiación.
@Edumermo