Extraña manera de celebrar el Día de Muertos 2021, por parte de los partidos políticos. Su apego a la vieja liturgia nos aproxima más a los santos óleos de la democracia que a una resurrección.
Por su comportamiento después de las elecciones de medio camino, parecen más interesados en cavar su propia tumba en vez de buscar nuevas formas de vinculación con la sociedad.
Las tres principales fuerzas, están haciendo todo lo posible por conservar sus cotos de poder, en los que sólo un puñado de personas se adueñan de las decisiones, no para representar a la militancia y mucho menos a la sociedad, sino para obtener cargos.
Hasta el momento, ninguno de ellos ni los demás partidos con registro se han interesado en revertir del alejamiento de los ciudadanos de estas agrupaciones, por no sentirse representados.
De acuerdo con las cifras entregadas al Instituto Nacional Electoral, todos los partidos políticos perdieron alrededor de 10 millones de militantes, reales o ficticios, lo cual saca a relucir el engaño en el cual se mueven para presumir una fortaleza inexistente.
Apegados como lapas a las anquilosadas estructuras de funcionamiento, con casi un siglo de predominio, los llamados institutos políticos son incapaces de vislumbrar y muchos menos intentar nuevas formas de hacer política.
El predominio del vetusto y rancio presidencialismo, se reproduce y replica en todos los niveles de los partidos, dejando a las dirigencias partidistas la toma de decisiones, muchas de las cuales ni siquiera son consistentes con sus documentos básicos, sino con intereses grupales.
En días recientes, hemos visto como esta cesión de derechos a los líderes formales y morales tienden a desdibujar el quehacer partidario y ponen en riesgo la viabilidad de las organizaciones y a la democracia misma.
Aceptar como verdad inapelable los dichos de los dirigentes, ha contribuido a desdibujar a los partidos. En Morena, haber destapado con mucha antelación a los precandidatos a suceder a López Obrador, ha minado la de por sí endeble unidad hasta entonces existente.
El llamado de su dirigente formal, Mario Delgado, a las corcholatas que aspiran a suceder al primer mandatario de esperar los tiempos adecuados, suena más a súplica que a una instrucción. Además de inoportuno, después de medio año, caerá en el vacío ante el desbocamiento de los aspirantes y sus equipos para tomar ventaja.
Ejemplo seguido ya por las corcholatitas morenistas que buscan obtener la candidatura a los gobiernos de seis entidades federativas, lo que ya se traduce en fisuras y guerras intestinas, difíciles de controlar.
En el Partido Acción Nacional, haber emulado los pasos de Morena en torno a los posibles candidatos a la primera magistratura del país, también genera divisiones y los ha distraído de las elecciones de 2022, donde su líder Marko Cortés sólo ve posibilidades de obtener el triunfo en Aguascalientes y ya da por perdidos Durango, Hidalgo, Tamaulipas, Oaxaca y Quintana Roo.
Respecto al Revolucionario Institucional, además del pasmo en el que se encuentra, enfrenta la disyuntiva de cuál alianza le garantiza permanecer en el escenario político o, quizá desaparecer.
Negar la licencia al ex gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, para aceptar el ofrecimiento presidencial de ocupar la embajada de México en España, sin embargo, no permite saber hacia dónde dirigirá sus pasos.
Si se hace realidad lo expresado por su secretaria general, Carolina Viggiano, en el sentido de que “la lealtad a nuestros principios debe ser nuestra guía”, seguramente no habrá la reforma eléctrica deseada por López Obrador.
En suma, los mexicanos estamos en vísperas de saber si los partidos políticos en México harán florecer la democracia en México, o convertirse en sus enterradores.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Finalmente, Emilio Lozoya, ex director general de Pemex, conocerá la cárcel, aunque no necesariamente quede encerrado, al ordenársele que acuda en persona al Reclusorio Norte para comparecer sobre el caso Odebrecht.
@Edumermo