Si inquietante fue el pronunciamiento del secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, para “apoyar la transformación del país”, lo es más el silencio presidencial sobre este dicho y en torno a los actos de corrupción descubiertos en el aeropuerto de Santa Lucía, a cargo de la Sedena.
Con ello, queda claro que México se ha vuelto un país donde la “casta divina del cuatroteísmo” en todo el sector público, -los tres poderes y los tres niveles- avanza en suplir a los machuchones del neoliberalismo.
Para asegurar ese futuro soñado, han cedido a las fuerzas armadas del país actividades más allá de lo previsto en la Constitución, ya sea por convicción o por debilidad.
Con ello, han diluido los límites para que el ejército y la marina puedan invadir esferas propias del sector civil y adquirir peso específico, no regulado, en la toma de decisiones de gobierno.
Estos riesgos, sin embargo, no entran a los castos oídos de los altos funcionarios, pues su asociación con las fuerzas castrenses les estaría garantizando larga vida de privilegios a los que siempre aspiraron, aunque se llamen castos y puros.
Además de sueldos elevados y, si se quiere, ofensivos, gozan de extraordinarias prebendas, sin importar que contradigan la austeridad republicana, colocándose muy por encima del nivel de vida del “pueblo bueno y sabio”, el cual debe darse por bien servido con las dádivas que recibe y, así, olvidarse de cualquier acto aspiracionista.
Pero como nunca hay satisfacción plena, empiezan a aparecer envidias entre la clase política en el poder, debido a que unos tienen mejores condiciones que otros, consideradas “inconsecuentes”, al grito de lo que es parejo no debe ser chipotudo.
Sin embargo, callan como momias ante los fenómenos de corrupción, nepotismo, amiguismo, abuso de poder que se presentan en la milicia o entre instituciones y personas cercanas a sus afectos.
En el mejor de los casos los disfrazan de “aportaciones al movimiento” o las trasladan a la gustada y jocosa sección de “quién es quién en las mentiras”, como mecanismo para evadir las investigaciones correspondientes.
La hoy burocracia dorada del cuatroteísmo, una vez que probó las miles del poder, nos confirma por todos los medios posibles -lícitos, ilícitos y lisitos- que actúa exactamente igual que sus antecesores; la diferencia, si es que la hay, es la forma en que tratan de ocultar o disimular sus ambiciones.
Aun cuando es una expresión en desuso, estamos viendo cómo se está en camino de contar con una “comalada de nuevos ricos”, en donde el color verde olivo tendría un lugar descollante, gracias a las ganancias obtenidas a través del “holding” que están fortaleciendo.
El ominoso silencio del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre los acontecimientos recientes en el ejército, significarían acuerdo y aprobación a los dichos y hechos ocurridos en días pasados en las fuerzas armadas.
A menos de tres años de que termine su gestión, sabremos si los castos ojos y oídos del primer mandatario se darán cuenta de los riesgos de permitir el entronamiento de la “casta divina del cuatroteísmo”.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Ir a las Naciones Unidas a decir que la ONU ha hecho insuficientes esfuerzos para limitar el tráfico de armas, se ubica en la lógica cuatroteísta de culpar a los demás antes que aceptar errores y limitaciones propias.
@Edumermo