En México, por convicción, el presidente sin nombre, quiere poner de moda sus moditos autoritarios de dizque gobernar. Durante su mandato, la ley la aplica o no según le convenga, o bien la hace a un lado cuando le estorba, sin que eso haya significado un mejor nivel de vida para los mexicanos o contar con un gobierno eficiente.
Ciertamente sus moditos demoledores han propiciado el debilitamiento y vulneración de derechos fundamentales como los de la salud o garantizar seguridad en personas y bienes que, se supone, son su principal tarea, sin importar si están de moda.
Por convicción, los moditos presidenciales se sintetizan en el permanente envallado de Palacio Nacional como expresión de un gobierno plural, democrático, humanista, abierto a la crítica, cercano a la gente, sobre todo de aquellos que más sufren de injusticias o piden apoyo para cubrir necesidades básicas.
El palacete virreinal, es la construcción emblemática de lo que el presidente sin nombre denomina “zócalo democrático” cuando se llena de aplaudidores acarreados. Pero cuando lo toman personas pertenecientes a movimientos sociales o que son demandantes de derechos u opositores a su gobierno, en automático la plaza pierde su carácter democrático.
Por más esfuerzos realizados por el innombrable -por carecer de nombre hasta regularizar el abasto suficiente y oportuno de medicamentos para todos- para autoconvencerse de la magnificencia de su gestión, tales empeños son vanos ante la evidencia irrefutable de las estadísticas e informes de los organismos encargados de la medición de resultados de la acción pública, la cual deja mucho que desear.
Los más de 106 mil homicidios dolosos, perpetrados durante su mandato, dentro de los cuales sobresale el importante aumento de feminicidios, son muestra de que la moda de la modalidad de “abrazos no balazos” quedó colgada de los puentes, ahorcando la posibilidad de los mexicanos de vivir sin miedo y seguros. A esa cifra hay que agregar los alrededor de 25 mil desaparecidos en los últimos tres años.
Pero eso sí, el ejecutivo federal sin nombre se ufana de lo que él considera su mayor logro como gobernante: el ingreso constante y creciente de las remesas enviadas por nuestros compatriotas en el extranjero, cuando en realidad obedece a la continua expulsión de mexicanos por la falta de oportunidades laborales y de desarrollo.
Hasta antes de su llegada a la primera magistratura, para el mandatario sin nombre y otras ausencias personales, el ingreso de divisas vía remesas que, en este año rondarán el billón de pesos, era directamente proporcional al fracaso de los gobiernos anteriores. En cambio, hoy quiere imponer la moda de que son resultado del respaldo a su gestión.
Política económica que, en los hechos, se ha traducido en un incremento significativo de la pobreza laboral, indicador que ya alcanzó a 52 millones de mexicanos, no obstante los aumentos al salario mínimo, que ha dejado de ser referente pues ya casi nadie lo sigue, incluso dejó de utilizarse para la aplicación de sanciones y multas.
Así, a consecuencia de las modas y los moditos del presidente sin nombre, que pueden traducirse en ineficiencia y engaño, millones de mexicanos nos hemos empobrecido no sólo en términos económicos, sino prácticamente en todos los rubros -seguridad, salud, libertades y derechos.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Las recientes decisiones al interior de Morena sobre quiénes deben ser sus aspirantes a los gobiernos de seis entidades para 2022, donde se pasó de cuatro hasta 10 seleccionados para estar en las encuestas, ante crecientes inconformidades, confirman que dicho partido es poco confiable para sus propios miembros.
@Edumermo