Ya sin la fuerza moral del presidente sin nombre y sin estatua, los contagios por Covid-19, en su nuevo oleaje de ómicron, amenazan volverse en una nueva crisis sanitaria, debido a las ruinas en las que la actual administración ha convertido al sistema de salud mexicano.
La “estrategia VapoRub” instrumentada por el secretario Jorge Alcocer ha demostrado que “no sirve para lo que no sirve” y que la recomendación de aislarse tiene como propósito evitar la saturación de centros hospitalarios, tanto para la atención del coronavirus como de otros padecimientos.
Los más de 33 mil contagios registrados oficialmente en las últimas 24 horas, demuestran cuán improbable es una pronta salida de la pandemia, por más buenos deseos expresados por la familia morenista, aun cuando su letalidad sea mínima en comparación con las cepas precedentes.
De acuerdo con expertos verdaderos y no como el vocero de la pandemia, Hugo López Gatell, es tal la fuerza de contagio de la cepa ómicron, que es factible que la mitad de la población resulte infectada.
Con ello, quedarían muy atrás los poco más de cuatro millones de contagios reconocidos oficialmente. Tampoco debe descartarse un aumento en el número de fallecidos que, a la fecha suman más de 300 mil, aunque de acuerdo a datos del Registro Nacional de Población rondarían los 600 mil.
Es decir, que las muertes por coronavirus hasta el momento se ubican entre cinco y 10 veces más la cifra catastrófica estimada por López Gatell que, por lo visto, no sirve para lo que no sirve.
Minimizar la presencia del Covid-19, como pretende hacerlo el jefe del ejecutivo, raya en el desdén -para decirlo de manera suave. En lugar de girar instrucciones para acelerar la compra masiva de pruebas y aplicarlas de manera generalizada, dosifica su aplicación, lo cual provoca tumultos e incrementa las posibilidades de mayor infección.
Esta actitud negligente del oficialismo de velar por la salud de los mexicanos, ha favorecido la aparición de vivales para realizar pingües negocios, a costa del bolsillo de las personas, que una vez más tienen que subsidiar al gobierno incapaz de invertir para garantizar este derecho primordial.
Desde la llegada al poder del mandatario sin nombre, los mexicanos destinamos cada vez una mayor proporción de nuestros ingresos para pagar servicios que son responsabilidad oficial brindarnos, sin costo adicional. En el caso de la salud, cada vez tenemos que desembolsar una mayor cantidad, mientras el gobierno presume ahorros.
Mucho de la desgracia sanitaria obedece a los afanes centralizadores del cuatroteísmo y a la destrucción del sistema de salud existente antes de 2018. Instituciones y esquemas de funcionamiento sanitario fueron desmantelados sin tener el aparato sustituto y mucho menos los directivos capaces.
Como en ningún otro rubro, los porcentajes de la ecuación honestidad-eficiencia, de los cuales presume el presidente sin nombre, han mostrado su inutilidad, por el elevado costo económico, principalmente para la población, y en vidas humanas que ha traído consigo.
La asignación de un presupuesto “pichicato” y la actitud mostrada hasta ahora por las autoridades, empezando por el inquilino temporal de Palacio Nacional, desenmascara el falso humanismo en el que se envuelve el actual gobierno.
Las cepas de la ineficiencia y de la falta de solidaridad ha infectado al cuatroteísmo en su conjunto, por lo cual no hay fuerza moral lo suficientemente efectiva para contrarrestar sus efectos.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
La intención del conglomerado Citi de salir del sistema financiero mexicano y los anuncios de nuevos cambios en el equipo presidencial, son estampas de la errática e inoperante cuarta transformación.
@Edumermo