Si en algo es especialista esta administración, es precisamente en hacer trasplantes. Con una eficacia inusitada trasplantó el PRI a Morena; lo mismo muda la verdad hacia la mentira; la corrupción la cambió a aportación; el bienestar se trasladó en pobreza y un larguísimo etcétera.
Al ser trasplantados, los priistas de ayer, luego de la purificación recibida, retoñaron y crecieron con renovadas marrullerías en el morenismo. Por supuesto no faltan los de otras variedades -partidos- que han decidido aceptar este traspaso, con tal de evitar la tala de sus aspiraciones políticas.
A fuerza de ser sinceros, esta técnica de pasar objetos y personas de un lugar a otro, sin aparentemente perder la esencia, constituye el cambio verdadero prometido por el presidente sin nombre y sin estatua. Expresión refinadísima del gatopardismo cuatroteísta.
Como botones de muestra son la mudanza de la investidura presidencial. Pasó de los lujos y excesos de Los Pinos a la untuosa austeridad franciscana de Palacio Nacional y el Jetta, transmutó en camionetotas blindadas.
La expresión: no somos iguales a los de antes, en realidad, se ha convertido en lo mismo entre el pasado y el presente. Las modalidades y prácticas del neoliberalismo pretérito se han trasplantado a nuestros días, con prácticas simuladas al retroliberalismo y feudalismo predominantes en nuestros días.
Para disimular el ahondamiento en las desigualdades en los últimos tres años, ahora se dice que el pueblo bueno y sabio está feliz, feliz, feliz. La supuesta economía moral se ha resembrado y florece en ricos más ricos y pobres más pobres como nunca antes.
Las víctimas por la desatención y omisión del oficialismo se trasplantaron en la victimización de las autoridades, que crece frondosa y robusta, pues su propia inacción le sirve como fertilizante para extender sus ramas a cualquier obligación constitucional que deja de cumplir.
Para los cuatroteístas no hay imposibles, basta con talar las promesas y los compromisos, para hacerlos aparecer en lugares insospechados, pero con otras características, casi siempre diametralmente opuestas a las originales. Siembran y resiembran ilusiones en los lugares que previamente han devastado.
Al resembrarse las masacres y miles de difuntos, la falta de medicamentos, los empleos mal pagados y la inflación entre otras desgracias que enfrentan a diario los mexicanos, desde la óptica del gobierno, trastocaron en bonsáis.
Bajo la premisa de que talar es sinónimo de trasplantar, según Elizabeth Vilchis, las serruchadas que el presidente sin nombre aplica al árbol de la democracia, es para llevarlo al campo de la monarquía absolutista, donde con cuidados extremos y bien cercado desplegará la esplendorosa sombra del cuatroteísmo.
Para garantizar este resguardo de las inclemencias del clima político, se dio cabida a la consulta sobre revocación de mandato, que debería ser impulsada por la ciudadanía y no por el partido gobernante, con la cual se quiere trasplantar fuera de la normatividad y convertirla, por arte de magia, en ratificación.
Por supuesto, este nuevo edén gatopardista no es ni será gratuito. Quien quiera disfrutar del nuevo hábitat trasplantado tendrá que rendir tributo, pecuniario y en derechos humanos.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Dice el mandatario innombrable el gobierno apoyará la venta de Banamex, siempre y cuando: se mexicanice; quien la compre sea solvente, para respaldar a clientes; no tengan adeudos fiscales con el SAT; paguen impuestos en México; y que el fondo cultural del banco sea para disfrute y beneficio de los mexicanos. ¿Y su nieve?
eduzarem@gmail.com
@Edumermo