Las redes sociales son el punto de encuentro de millones de adolescentes y jóvenes que se identifican por sus pasatiempos, gustos, por la comunidad a la que pertenecen, por las personas que siguen y admiran. En ellas, muchos se comparan con los más populares, idealizando cómo quieren verse y tratando de construir esa imagen que los distinga en esas plataformas y les ayude a conseguir un lugar, obtener más likes y seguidores.
Lo hacen publicando sus fotos, quieren que sean las mejores, en los mejores momentos, con su mejor apariencia, por ello buscan que su cara se vea sin imperfecciones y con rasgos finos; buscan aparecer con un cuerpo bien definido y atractivo, disimulando lo que consideran “defectos” y para lograrlo usan los filtros de las apps, sustituyendo así la imagen real por una ideal.
Según Montserrat Lacalle Sisteré, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), las mujeres son las más afectadas por esta tendencia, quienes tienen entre 16 a 25 años invierten en promedio 5 horas a la semana para tomarse selfies, retocarlas con los filtros y compartirlas por sus aplicaciones.
Los filtros ayudan a realizar correcciones automáticas, ajustes en el color de la imagen, colocar efectos estéticos, por lo que favorecen las proporciones simétricas, los tonos de la piel, la estructura de la nariz, ojos, boca, dientes, cabello y de todos aquellos aspectos físicos que puedan ser mejorados.
Pero hay que tener cuidado porque esta práctica puede convertirse en una dependencia y se corre el riesgo de sufrir Dismorfia del Selfie que es la obsesión por tener una imagen ideal, que sus fotos aparezcan siempre retocadas con los filtros que ofrecen las plataformas digitales.
La Dismorfia del Selfie es un nuevo tipo de Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) que, de acuerdo a la Oficina para la Salud de la Mujer (OASH) en Estados Unidos, es una enfermedad mental grave en la que la persona está demasiado preocupada por su apariencia o por defectos físicos menores o imaginarios. Un estudio elaborado por la Pontificia Universidad Católica de Chile señala que el 2% de la población padece TDC.
Este trastorno se agrava con el uso de las redes sociales, especialmente TikTok, Instagram y Snapchat, que manipulan las emociones del usuario al imponer estándares de belleza, enganchando a los más vulnerables, a los adolescentes y jóvenes que consumen sus contenidos.
En esas apps ellos idealizan y se comparan con los influencers que publican fotografías retocadas, pero lo que desconocen es que esas personas son auxiliadas por alguien que los peina, maquilla, hasta quien los patrocina con la vestimenta y los lugares que visitan, así crean una imagen irreal.
El Boston Medical Center señala que la Dismorfia del Selfie está provocando un nuevo tipo de pacientes que acuden a las consultas de los cirujanos plásticos para pedirles que los operen de acuerdo a las fotografías retocadas que publican en sus redes. Quieren parecerse a esas imágenes ficticias de sí mismos, pero cuando se les practican las cirugías pueden tener mayor frustración al no conseguir los resultados esperados.
Doctoras de la Clínica de Medicina Estética Mira+Cueto en España, señalan que personas entre 18 a 24 años recurren a la medicina estética con el celular en la mano para que les ayuden a parecerse a sus selfies.
El uso de los filtros y el retocado permanente de las selfies, como lo señala Carlos Gantiva, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Los Andes, Colombia, puede llegar a causar adicción y padecer, además de frustración, inseguridad, baja autoestima, tensión emocional, trastornos de la conducta alimentaria, tristeza, ansiedad, depresión, aislamiento social, entre otras.
Para contrarrestar el TDC, entre ellos la Dismorfia del Selfie, el OASH recomienda acudir a terapia para aprender a aceptarse y quererse tal y como se es.
Remove Group (empresa dedicada a mejorar la imagen digital de personas y organizaciones) ofrece algunos consejos para el uso de los filtros que pueden ser puestos en práctica por los padres de familia:
• Informarse sobre el impacto psicológico de los filtros para orientar y ayudar a los adolescentes y jóvenes.
• Juntos, reconocer que los filtros pueden distorsionar la realidad y no son representativos de quién se es en la vida real.
• No usarlos en exceso, mantener un equilibrio entre fotografías editadas y naturales.
• Hablar sobre la importancia de la autenticidad en línea y fomentar una comunidad que valore la diversidad y la individualidad.
En una era donde una imagen vale más que mil palabras, hemos olvidado que la más valiosa es la que no necesita filtros. La tecnología no tiene que ser el enemigo, pero tampoco el espejo donde se distorsiona nuestra identidad.
Urge que los padres de familia, maestros y jóvenes aprendamos a distinguir entre lo que es real y lo que solo está bien editado, porque detrás de cada selfie perfecta hay una historia que merece ser vista tal como es: humana, imperfecta y auténtica.
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