Habernos enterado que las quesadillas que consumimos los mexicanos son, en realidad sin queso –como lo acaba de descubrir la Profeco-, lo único que revela es que somos un pueblo que vive estafado desde los alimentos hasta el gobierno y que de poco sirven las etiquetas con que todos se publicitan, pues resultan engañosas.
Así, tenemos legisladores que ni son representantes ni populares; funcionarios que no funcionan; partidos políticos que no son ni lo uno ni lo otro; políticos de todos los colores y sabores que únicamente saben hacer politiquería; justicia sujeta a consultas o a voluntades económicas y políticas; un Estado de derecho caprichoso; gobiernos que, si bien nos va, administran y lo hacen mal; una democracia efectiva solo en los discursos y en el papel.
En fin, prácticamente en todas las actividades sociales, políticas y económicas que llevamos a cabo los mexicanos están preñadas de embustes. Y si esta tendencia ha formado parte de la historia de nuestro país, en lo que va del siglo XXI se ha enseñoreado y ha adquirido niveles de escándalo en lo que va de la gestión de Andrés Manuel López Obrador, que ha hecho de la marrullería –como el mismo se definió hace algunos años- su arma principal.
Comportándose como los conquistadores españoles, pretende vendernos cuentas de vidrio como si fueran joyas. Experto en propaganda engañosa, asegura haber atendido con atingencia las crisis sanitaria; sin embargo, los 85 mil muertos por Covid-19 en ocho meses.
A mediados de agosto afirmó que las vacunas contra el coronavirus tendrían un costo de 4 dólares. Esta semana, de acuerdo con sus otros datos, el costo unitario sería ahora de 12 dólares, tres veces más.
En materia económica, nos vendió que el producto interno bruto crecería 4 por ciento anual en promedio; en su primer año, de hecho, la economía entró en recesión, lo que ha agudizado el impacto de la crisis económica derivada del Covid-19, por lo que se espera un decrecimiento entre 9 y 10 por ciento, el doble del promedio mundial, por lo que muchos expertos consideran que su gestión terminará siendo un sexenio perdido.
Al inicio de la contingencia sanitaria –abril de 2020-, López Obrador se comprometió a crear dos millones de empleos en el presente año. A dos meses y medio de que termine el año, apenas se han generado 210 mil empleos formales.
Al tomar posesión, en diciembre de 2018, aseguró que a partir del primer día de su mandato, la violencia e inseguridad en el país descenderían. Las cifras oficiales muestran que el número de homicidios dolosos siguen aumentando, hasta llegar a cerca de 70 mil.
Igualmente ofreció fronteras abiertas a centroamericanos, a fin de que pudieran llegar a los Estados Unidos. Pero bastó que el mandatario de ese país, Donald Trump emitiera varios tuits para que reculara y convirtiera a la Guardia Nacional en la Mexican Border Patrol.
Bien puede decirse que la única verdad cierta, es su predilección por presentarse como víctima; comportamiento que le ha dado pingües ganancias políticas y económicas. Hoy, se regodea presentarse como un “pobrecito presidente” al que quienes no comparten sus puntos de vista quisieran debilitar, por lo que es frecuente que refiera la existencia de movimientos golpistas, sabotajes, “complós” en su contra.
A final de cuentas, tenemos al frente del gobierno a alguien que la publicidad engañosa nos quiere presentar como presidente de la República, pero que en los hechos es como las quesadillas sin queso.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
En septiembre, retiros por desempleo de Afores se disparan 81.3%. La Consar detalló que, de enero a septiembre, un millón 349 mil 621 trabajadores han retirado por desempleo de su Afore; en el mes pasado, se retiraron mil 880 millones de pesos.