Aún convaleciente, el presidente López Obrador sostiene que seguirá y profundizará lo que el denomina su labor transformadora. Los cerca de dos millones de contagios y los más de 150 mil muertos; con una economía que se desplomó 8.5% y más de 75 mil crímenes en lo que va de su mandato constatan lo exitosas que han sido su acciones.
Es conocida la terquedad del primer mandatario, que reafirmó en su mensaje emitido el viernes pasado, por lo que si alguien tenía la idea de que sus malestares de salud lo harían reflexionar y ajustar sus políticas, debe abandonar esa peregrina posibilidad.
Salvo los beneficiarios de sus programas sociales, ningún otro grupo tendrá apoyo alguno de su gobierno. Peor aún, hay signos ominosos de que en el último periodo de la actual legislatura se someterán a aprobación iniciativas que en vez de impulsar la economía y las libertades, van en sentido restrictivo.
Las reformas a las legislaciones del Banco de México y de subcontratación, así como la ausencia de programas de fomento a la inversión y al aparato productivo, que han propiciado una importante salida de capitales extranjeros y nacionales, podrían generar que la actividad economía se estanque y retardar la reactivación económica.
La improvisación mostrada en la adquisición de las vacunas hace casi imposible que las metas de aplicación y que los efectos de la pandemia se prolonguen en el tiempo con sus indeseables consecuencias en la salud de millones de mexicanos, así como de negocios y empresas.
Por otro lado, el gobierno cuatroteísta, a través del Congreso de la Unión quiere ponerle sordina a la oposición, a través de una ofensiva contra el árbitro electoral y sobre las otrora benditas redes sociales, que se han encargado de mostrar el carácter totalitario del ejecutivo federal.
El presidente López Obrador, se ha percatado de los rendimientos decrecientes de sus mañaneras, por el hartazgo que ya producen y por las miles de verdades no comprobables que en ese foro se presentan.
Tampoco le son suficientes los medios de comunicación del Estado (canales de televisión, estaciones de radio, Notimex), por su poca credibilidad ya que cada vez disimulan menos su subordinación al Poder Ejecutivo, por lo que busca limitar las críticas a su administración, previo a la celebración de las elecciones en junio próximo.
Llamarse censurado, es la táctica que más le gusta enarbolar a López Obrador, a cuyo amparo pretende controlar medios tradicionales -vía disminución de publicidad gubernamental- y a las redes sociales, por medio de una regulación de sus contenidos.
La imagen desvalida que se quiso presentar del presidente López Obrador en su video del fin de semana, en poco o nada corresponde con la fuerza con la cual quiere imponer sus reformas que, de aprobarse en los términos propuestos por el ejecutivo, constituyen un serio riesgo para la democracia.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Las restricciones para viajeros de nuestro país hacia otras naciones y de éstas hacia la nuestra, ponen de manifiesto el desprestigio de México por el fracaso de su estrategia para controlar la pandemia. Canadá y Cuba son los primeros y, tal vez, no los únicos que recurren a este tipo de medidas para evitar tener contacto con el foco de infección.