En tercer lugar quedó el abanderado de la alianza PRI, PAN y PRD, Christian Castro Bello, sobrino del líder nacional priista, Alejandro Moreno, quien en punto de las seis de la tarde del domingo, salió a festejar el “triunfo claro” en Campeche y Nuevo León, cuando eran entidades en las que solo había que oficializar la derrota.
Para “Alito”, perder su estado (al que viajó la misma noche del domingo), así como las otras siete gubernaturas que estuvieron en disputa el domingo, le debería bastar para presentar su renuncia y sepultar su sueño de ser candidato presidencial en 2024.
En tanto que Layda Sansores, candidata de Morena y PT, tiene a cuestas una responsabilidad gigantesca en Campeche; los electores depositaron en sus manos las llaves de la esperanza de un gobierno de cambio que no se veía en las últimas nueve décadas.
La morenista tendrá que emprender un camino sumamente difícil: poner los cimientos y estructuras de un gobierno cercano a la gente que tiene hambre y sed de seguridad y justicia.
Tendrá, a partir del 15 de septiembre, día en que asumirá la gubernatura del estado, la tarea de buscar a esas mujeres y hombres que formen un gabinete de mangas arremangadas y zapatos polvorientos; no de escritorio, sino de ir a los pueblos y comunidades más apartadas de Campeche, donde, por inverosímil que parezca, en pleno siglo XXI, no existe el dinero, sino el trueque de mercancías y alimentos entre sus habitantes para sobrevivir.
Y fueron, ellos, los de abajo, quienes consiguieron que llegara la democracia a esta entidad, olvidada por décadas por los regímenes caciquiles priistas; fueron ellos, quienes a pesar de la compra masiva de votos por parte del PRI y Movimiento Ciudadano, antes que vender su conciencia e ideales, optaron por dar paso a la democracia, a la alternancia.
En esta elección, el voto fue de agradecimiento al presidente Andrés Manuel López Obrador, por tener acceso a una pensión para sus adultos mayores y para sus hijos.
El pasado domingo, el pueblo campechano acudió muy temprano a las urnas para cumplir con su derecho y deber constitucional de votar; no le importó esperar, a pesar de que de forma “tramposa” varios funcionarios del INE tardaron en instalar 58 por ciento de las casillas electorales, antes del mediodía.
La gente esperó, a pesar de las inclemencias del clima, de un abrumador calor, el pueblo estaba ahí. Y entonces vinieron los hechos violentos de grupos de choque que hicieron desmanes en los municipios de Campeche y Carmen; el objetivo era sembrar el terror para que la gente se asustara y no acudiera a votar, pero no lo consiguieron.
En este punto, la historia cobrará factura al gobernador Carlos Miguel Aysa por no garantizar la paz y también estará en sus libros la actualización de la Guardia Nacional, quien bajo la estricta directriz del general Luis Bucio, sirvió para controlar a los violentos, a los mañosos, pero también para neutralizar a los “mapaches” electorales.
Mención aparte, en esta elección histórica, merece el Instituto Electoral del Estado de Campeche y su presidenta, Mayra Fabiola Bojórquez, quien desde el inicio de la jornada mostró un marcado desaseo en su desempeño.
Cuando el reloj marcaba las 10 de la nochedel pasado domingo, y ya después de cuatro horas de haber cerrado las casillas, apenas llevaban contabilizadas dos de mil 190 actas electorales. A ellos, los juzgará la historia y, bien lo saben, también su conciencia.
Lo importante aquí es que el tsunami participativo en la entidad, que le adelanté en la columna pasada, llegó y derribó las murallas de una maquinaria política que tenía 92 años de operar y que fue destruida en las urnas.
Ayer, la virtual gobernadora Layda Sansores tomó de nuevo las calles de Campeche, pero ahora fue diferente, no fue en un acto de campaña o de resistencia civil para protestar por un fraude como el de 1997, sino con la bandera del triunfo, y de la mano de una joven promesa de la política pública del Estado, Renato Sales Heredia, quien se suma al proyecto para consolidar la Cuarta Transformación en Campeche.
En Cortito. Nos cuentan que enseñanzas de todo tipo dejaron las elecciones del pasado 6 de junio, pero una predominante: el presidente Andrés Manuel López sufrió traiciones de propios y aliados.
El principal traidor es el PRI, con el que el mandatario decidió cogobernar; su gobierno está infestado de priistas, de recomendados de líderes tricolores.
El jefe del Ejecutivo tendrá que dar una sacudida para eliminar a esos despojos, insertados por esos compromisos que se dan sobre valores entendidos, y que algunos no quisieron respetar.
En el contexto de ese futuro coletazo se inscribe la reciente sanción al exsecretario de Hacienda y de Relaciones Exteriores del presidente Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray.
Seguro lo que se viene para esos ciegos y sordos políticos, que siempre han entendido, porque ellos lo implementaron, pero ahora no, será de pronóstico reservado, y lo de Videgaray será lo más leve de lo que se vendrá, nos dicen las fuentes de En Corto en Palacio Nacional.