Tras los descalabros sufridos en junio y agosto, la animosidad reformista del presidente Andrés Manuel López Obrador toma vuelo, más por su espíritu vengativo, que por la existencia de un marco normativo rebasado por la realidad.
A partir de los resultados electorales poco favorables a su movimiento, el titular del Ejecutivo no busca quién -en Morena- se la hizo, sino quien se la pague. De ahí la exacerbación de sus ataques a medios de comunicación, periodistas, clases medias, intelectuales y todo lo que se le ponga enfrente.
Y ese estado de ánimo rijoso del primer mandatario se agudizó por el fracaso rotundo de su consulta, que ni fue popular y mucho menos vinculante. Escenario que podría trasladarse al plebiscito sobre la revocación de su mandato.
Para que eso no suceda y pueda tomar desquite de quienes no se pliegan a sus caprichos, quiere derruir las instituciones electorales para crear unas a modo y desaparecer a medios de comunicación y opositores a fin de avanzar, con la pequeña ayuda de las fuerzas armadas, en su proyecto absolutista-populista, donde la única voz válida sea la suya.
La reciente pérdida de tres diputaciones, por decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, le causó tal enojo que está dispuesto a erradicar a todos los consejeros y magistrados electorales.
El cambio tajante que pretende en el INE y el TEPJF, obedece a que, desde su muy particular y sesgado punto de vista, no son órganos democráticos. Esa declaración saca a relucir el talante revanchista que siempre lo ha caracterizado.
De hecho, quiere una nueva baraja electoral. “Cambio completo de todos, renovación tajante, no se puede con lo mismo, no son demócratas, no respetan la voluntad del pueblo, no actúan con rectitud.
“Entonces no pueden estar ahí, tiene que haber un cambio, no es un asunto personal, es que no han estado a la altura de las circunstancias y tenemos que dejar establecida una auténtica democracia en el país. Nosotros tenemos este compromiso, si luchamos durante años para hacer valer la democracia cómo es que llegamos y dejamos lo mismo”, indicó.
La única Vitacilina que le pudiera funcionar dado el grado de irritación en el que se encuentra López Obrador, es que el líder del Senado, Ricardo Monreal logre convencer a la oposición para un nuevo periodo extraordinario en el que se discuta y apruebe la ley secundaria de la revocación, porque llevarla hasta la siguiente legislatura no es segura su aprobación.
La reforma electoral que se propone llevar a cabo el primer mandatario, al igual que varias de las iniciativas que presentará en la nueva legislatura son poco probable que se concreten, no tanto por sus innumerables fallas de técnica legislativa, sino porque no contará con la mayoría calificada en ninguna de las Cámaras.
Aspiraciones como es, el ejecutivo federal no solo quiere baraja electoral nueva, también pretende eliminar a los medios de comunicación que no callan como momias ante las fallas y yerros de su gestión.
Su augurio o amago para la desaparición de dos diarios que se editan en la Ciudad de México guarda una gran similitud con la reciente amenaza vertida, en el mismo sentido, por el Cartel Jalisco Nueva Generación. ¿Se trata, acaso, de un cierre de pinzas?
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
La nueva estructura en el Ejército, con la separación entre las tareas administrativas y operativas, implicaría que las fuerzas armadas contarán con un CEO que maneje los negocios que le ha dado el presidente López Obrador.
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