“Ni fú, ni fá”, así podría catalogarse el gobierno cuatroteísta, pues ha sido incapaz de aminorar las desigualdades ni tampoco a logrado el prometido crecimiento promedio de 4 por ciento. Los ricos son más ricos y el resto de la sociedad recorre el amargo camino de la precariedad.
La hibridez con la que se mueve, la entienden como la demolición del pasado como sinónimo de la construcción de un nuevo proyecto, pero dejando intocados los cimientos del neoliberalismo y a sus principales exponentes, que forman parte del consejo asesor empresarial del mandatario innombrable.
Ni siquiera el billón de pesos que llegaron a México en 2021, por concepto de las benditas remesas, fue suficiente para impedir que la pobreza se aposentara en miles de hogares. Tampoco las dádivas de los programas sociales contuvieron la pérdida en los niveles de vida.
La administración que encabeza el presidente sin nombre y sin estatua se propone instaurar una “auténtica” democracia, pero en los hechos mina la separación de poderes, fustiga y descalifica a quienes opinan diferente y, a manera de ensayo, inaugura el delito de “ultrajes a la autoridad”, lo que quiera que eso signifique, como paso previo para dar nueva vida a la disolución social.
El uso cada vez más frecuente del recurso para criminalizar a defensores del Estado de derecho, luchadores sociales o a científicos e investigadores, como ocurre con las autoridades electorales o contra centros de estudio como la UNAM, Conacyt y CIDE, es el verdadero rostro del cuatroteísmo.
Su pretensión de presentarse como el gobierno más transparente de la historia, cae por el peso muerto que implica la reserva de la información hasta después de que concluya el sexenio. Proclividad a la opacidad que se vio reforzada por el acuerdo presidencial que otorga carácter de seguridad nacional a todas las obras que se considere estratégicas, que podrían ser todas.
El interés supremo por los desvalidos que tanto pregona el mandatario sin nombre ha quedado reducido a recomendaciones esotéricas y remedios caseros como el otorgamiento de estampitas, detentes y frotaditas de VapoRub para combatir la pandemia de coronavirus, con tal de ahorrarse unos centavos.
Si estimamos que a la fecha más de medio millón de compatriotas han perdido la vida a causa del Covid-19, los ahorros obtenidos en este terreno implicarían el valor que otorga el cuatroteísmo a cada persona fallecida.
Aunado a lo anterior, el oficialismo ya no ha dicho si seguirá otorgando los apoyos funerarios a los familiares de los caídos por la pandemia; tampoco ha rendido un informe de los beneficiados por esta acción ni de los recursos destinados. En una de esas, los convirtieron en “aportaciones al movimiento”.
En el ámbito político, el cambio se ha traducido en el desmoronamiento de los prácticamente todos los partidos, incluido el que llevó al poder al presidente innombrable. Las luchas intestinas en las que se encuentran las fuerzas políticas en poco o nada contribuyen a ensanchar la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones.
Peor aún, la conformación de alianzas y coaliciones entre partidos de distinto signo parecerían conducir al “fin de las ideologías”, pues las mezclas son tan inverosímiles, que lo único que dejan traslucir es la ambición de sus dirigencias.
Así, de mantenerse la tendencia híbrida registrada hasta la fecha, las probabilidades de mejorar en todos los terrenos se diluirán. Seguir con el “ni fú, ni fá” es camino seguro al desastre.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Con un retraso de más de dos años, por fin se concretará el tercer paquete de inversión entre el gobierno y el sector privado. Por la forma en que lo dio a conocer el mandatario sin nombre, es poco probable que se trate de un anuncio espectacular y que difícilmente se alcanzarán los 1.5 billones de pesos previstos originalmente.
@Edumermo