- Los informes de la ONU y del Departamento de Estado de Estados Unidos solo reafirman lo que los mexicanos hemos padecido y soportado durante más de tres años: un gobierno fallido, sin pies ni cabeza, en particular en materia de seguridad y derechos humanos.
El retrato de ineptitud casi absoluta, perfectamente documentado en tales documentos, puede hacerse extensivo a todo el quehacer gubernamental cuatroteísta y no faltaría a la verdad, pues da cuenta de cómo las autoridades se han aliado por comisión u omisión a los delincuentes.
Son tan profundos los lazos existentes entre algunos funcionarios y la delincuencia de cualquier signo y actividad, como se señala en los informes mencionados, que bien puede hablarse del establecimiento de una sinergia criminal, que lastima y ofende a los mexicanos, por la casi absoluta impunidad con la que se cometen los ilícitos.
Con base en los datos ofrecidos en los documentos de la Organización de las Naciones Unidas y de nuestro vecino norteño, se confirma que durante la administración del presidente sin nombre, sin estatua y sin gracia la ilegalidad en todos los terrenos tiene carta de naturalización y, en no pocos casos, es parte sustantiva de la estructura del oficialismo.
La dupla autoridades-delincuentes, forjada en los abrazos y no balazos, bien podría competirle en beneficios al binomio poder económico-poder político. No en balde, el refrán popular refiere que las complicidades unen más que las lealtades.
De ahí el tono devastador de los reportes de la ONU y del Departamento de Estado. Para ellos resulta inexplicable la complacencia y aquiescencia del mandatario sin gracia, ante las atrocidades que a diario se registran en el territorio nacional, muchas de ellas alentadas desde el teatro en atril mañanero.
Igualmente, los señalamientos a las fallas registradas en la estrategia de seguridad pública, es una manera elegante, para no decir fracaso, de las inútiles y diarias reuniones del gabinete de seguridad, que no da pie con bola para garantizar este derecho fundamental.
Las decenas de miles de homicidios dolosos y de desaparecidos certifican la forma errática y sin sustento de la militarización de la Guardia Nacional, y su posible absorción por el ejército -como pretende el presidente sin nombre- constituye un error sobre uno anterior.
Las cifras y recomendaciones contemplados en los reportes señalados representan un mentis a la verborrea presidencial de que las cosas marchan bien, cuando cada 24 horas cerca de un centenar de mexicanos mueren o desaparecen por el actuar sin restricción alguna del crimen organizado.
Resguardado por su guardia pretoriana, el ejecutivo sin estatua, da un nuevo informe color rosa sobre su realidad alterna. Y aplaudido por la claque morenista en su Palacio del Bienestar y la Pureza, nuevamente dejará en el olvido a las víctimas de sus muertos y desaparecidos.
Después de conocer estos informes, sería un despropósito que se siga afirmando que la delincuencia se está portando bien.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
“Nos protegimos en el caso de una traición, esto es trascendente para que haya tranquilidad en nuestro pueblo, si hay una traición ya estamos protegidos”, dice el presidente sin nombre; ojalá lo hubiera hecho para los 220 mil desaparecidos y muertos que nunca lo estuvieron.
@Edumermo