El tema electoral se abordó desde distintas perspectivas —mencionaré, con tres columnas, dos de ellas. Para comenzar, Sergio Sarmiento (Reforma) critica la incongruente e innecesaria ley seca que el gobierno de la Ciudad de México planea implementar el 5 de junio. Narra, a su vez, una breve historia de esta ley, misma que ha estado en nuestra legislación desde 1915. Por otro lado, dos periodistas esclarecen la cara económica de las elecciones. Manuel J. Jáuregui (Reforma), en una columna titulada «Efecto electoral», lo hace mediante el estudio que el miércoles pasado divulgó Integralia Consultores: existe un fenómeno interesante que, casi sistemáticamente, se repite cada temporada de comicios: a nivel nacional, la demanda de efectivo se incrementa casi al doble —dinero utilizado, entre otras cosas, para la compra de votos que el INE no puede rastrear—. En la misma línea, Carlos Puig (Milenio) resume su reflexión en una máxima un cuanto evidente, mas repudiable: todo es dinero. Las campañas, las promesas, los acuerdos con la IP, las expectativas una vez conseguido el mandato: todo se puede cuantificar, todo se tiñe de inversión, todo espera buena remuneración.
Rosaura Barahona (Reforma) comienza su columna así: «La historia de la humanidad está llena de muros y murallas». Es cierto: la Historia está plagada de intolerancia, rechazo y sociedades ideológicamente excluyentes. Los muros levantados conviven tanto en la materia, como en las ideas. Termina, después de un interesante repaso histórico y literario, enumerando las delimitaciones que el mexicano idealiza a diario: las convicciones políticas, los estratos sociales, la pigmentocracia. Con tanta experiencia en el tema, ¿por qué nos conmociona el muro de Trump?
Pedro Kumamoto (Máspormás) inaugura una columna que podremos leer cada viernes. En esta primera entrega, evoca los días desiertos en las calles de Ciudad México por la crisis de la influenza, hace ocho años. Ahí, caminando por un silencioso Paseo de la Reforma, entre pláticas de política y arte, conoció su propósito: resignificar lo político.