Según el cristal del cuatroteísmo, el aeropuerto Felipe Ángeles es espectacular y majestuoso, incluyendo los puestos ambulantes que le dieron colorido a las instalaciones Avant Garde de Santa Lucía, a la altura de los andadores de las estaciones del Metro de la Ciudad de México.
Igual las declaraciones del presidente sin nombre, sin estatua y sin gracia que, con tal de evadir el tema de los conflictos de interés cometidos por la santísima trinidad de la ilegalidad en su gobierno, fue capaz de reconocer algunos de los muchos pendientes de su paquidérmica administración.
“Eso tiene que ver con tribunales, con ministerio público, con juzgados y nosotros no vamos a meternos en esas diferencias. No queremos participar en eso”, señaló en relación con las acusaciones entre el ex consejero jurídico de la Presidencia de la República, Julio Scherer, la ex secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y el fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero.
En su intentona por restar importancia a los expedientes que vienen apareciendo en los medios de comunicación por el comportamiento poco ético y nada moral de varios de sus colaboradores más cercanos, dejo entrever que esos son temas que poco le importan a él y a los mexicanos, en especial a los más pobres.
“Nosotros estamos dedicados en tiempo y alma a la transformación de México, a que podamos vivir en una sociedad mejor y a eso me dedico todo el tiempo”, dijo en un tono defensivo, con lo cual pretende negar tener conocimiento alguno de las ilicitudes en las que se encuentran inmiscuidos estos personajes.
No podemos evitar que haya diferencias, distintos puntos de vista, que haya confrontación política, escándalos y sensacionalismo en los medios, no.
Y si como afirma el mandatario sin gracia: la vida es así, la condición humana es así y no debemos sorprendernos, estaría aceptando que, al menos, algunas de las mutuas denuncias que se han dado a conocer entre los involucrados son ciertas.
Si fueran escándalos de funcionarios del pasado, entonces les daría prime time en el teatro en atril mañanero y exigiría y publicitaría que el pueblo conociera a detalle las triquiñuelas.
Al poner distancia y guardar silencio como momia, al igual que lo ha hecho o, intentado en el caso de la llamada Casa Gris que involucra a su primogénito y lo casos de sus hermanos y prima, es para impedir se percuda más la cada vez menos inmaculada investidura presidencial.
Y este mismo procedimiento selectivo en su actuar lo tiene hacia los problemas que aquejan a los mexicanos. Por un lado, le importan el aeropuerto, las pensiones de adultos, que concluya la vacunación, que no se devalúe el peso, que no aumenten de precio las gasolinas, el gas, que no haya carestía y la gente tenga empleo.
Omite, en cambio, aludir a la inseguridad, a la falta de medicamentos e insumos en el sector salud, a los feminicidios, al mayor peso específico de las organizaciones criminales en la vida pública.
Tampoco le preocupa en demasía el gravísimo deterioro en el sistema educativo nacional, ni se le ve intención alguna de instrumentar una política o estrategia para atender la escasez de agua.
Mucho menos le inquieta que ahora México ocupe el segundo lugar en donde existen los hombres más ricos de América Latina, a cambio de ver engrosar, con cinco millones de personas, las filas de la pobreza y la pobreza extrema.
El caso de la santísima trinidad de la ilegalidad, demuestra que, en su propósito de barrer la corrupción de arriba hacia abajo, en vez de una escoba, utiliza un rastrillo. Total, la vida es así: o los otros o yo.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Sin negarle méritos a su trayectoria personal y profesional, resulta extraño que Elena Dorronsoro Roces, madre de María Elena Álvarez-Buylla, directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), fuese distinguida con el nombramiento de Investigadora Nacional Emérita, máxima distinción que da el Conacyt a través del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), cuando su hija es la titular del organismo.
@Edumermo