“Voy derecho y no me quito”, parecer ser el slogan de campaña 1921 del presidente Andrés Manuel López Obrador que, aún cuando no aparecerá en las boletas, busca evitar a toda costa y a cualquier costo lo que se pronostica como un rotundo descalabro de Morena en las elecciones de mitad de camino.
Desde su tribuna, López Obrador cuestiona las prácticas irregulares de la oposición, desde el surgimiento del Partido Nacional Revolucionario hasta el neoliberalismo, para así tener la justificación de su ilegal proceder en favor de su partido, sin importarle ubicarse al margen de la ley. Total, para eso y más es el titular del ejecutivo y puede auto otorgarse licencias y dispensas que nunca antes ningún mandatario de la época moderna se atrevió.
Palacio Nacional, en los hechos, ya se convirtió en la casa de campaña de Morena; las mañaneras tienen cada vez más un cariz político-electoral ya que, sin ningún disimulo, dicta las acciones y los temas que deben magnificarse por candidatos, legisladores y dirigentes morenista. Nada ni nadie puede contener al primer morenista del país de actuar de manera electorera.
Con todo el aparato de comunicación gubernamental para manejarlo a su antojo, López Obrador perdió la resonancia que tenía al inicio de su mandato, lo que lo ha llevado a acrecentar su incontinencia verbal, lo cual lo lleva a mentir con descaro y a revelar datos que deben mantenerse en secrecía.
Es tal el nivel de desesperación que priva en Palacio Nacional por acallar las voces discordantes que brotan como hongos en temporada de lluvias, que busca dar un golpe espectacular. Y debido a la falta de los peces gordos que le iba a entregar Emilio Lozoya, se conforma con perseguir al gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca.
Este tipo de actos leguleyos que entusiasma a las huestes cuatroteístas, sin embargo, no son bien vista por grandes núcleos de población que, más bien, lo vean como parte de la venganza presidencial hacia aquellos que no ha podido doblegar.
Sin embargo, la gente ya se dio cuenta que López Obrador se quitó la investidura presidencial para montarse la camisa guinda, sin siquiera acercarse al respaldo que obtuvo hace tres años. La gente ya no se deja engañar con facilidad.
Por las dimensiones de la participación electoral del presidente, bien puede adelantarse que él será uno de los principales responsables del “desmorenamiento” de la sociedad, a la que ya hartó con su perorata bolivariana que, a final de cuentas, no le sirve de nada para satisfacer sus necesidades básicas: alimentación, salud, empleo, seguridad.
López Obrador se niega a aceptar que la realidad lo rebasó. Los indicadores más recientes del INEGI y el Coneval señalan que los únicos aumentos que nos ha dejado esté gobierno se ubican en el costo de la canasta básica, el desempleo y la pobreza; incrementos que no son difíciles de olvidar en el momento de sufragar por una opción política.
Las promesas, mentiras y medias verdades del primer mandatario también han ido al alza, de forma incontenible, lo mismo que el desengaño y la desilusión de la ciudadanía.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
La Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) -que ya falló con la entrega de medicamentos a tiempo y más baratos para México-, inició un proceso de licitación para intentar vender el avión presidencial José María Morelos y Pavón del gobierno mexicano que fue adquirido en el sexenio del panista Felipe Calderón.