POR ARTURO MONROY HILDEGARDE / ENVIADO
Rincón de Chautla, Guerrero, a 1 de enero de 2020.- Tienen entre siete y 12 años de edad, algunos juegan basquetbol, otros dibujan, unos más escuchan con atención las palabras de otro niño que lee un cuento. De pronto, niños y niñas corren, toman un rifle de madera o un palo y comienza su entrenamiento como policías comunitarios de Rincón de Chautla, Guerrero.
La Navidad y el Año Nuevo tienen un significa diferente en esta comunidad guerrerense, perteneciente al municipio de Chilapa de Álvarez. Aquí el regalo prometido es un rifle de madera en la espalda, una instrucción militar con la cual aprenderán a defender su territorio, y una promesa de un mejor futuro si logran resistir la amenaza de los grupos que intentan terminar con su existencia.
El cielo se nubla, la lluvia cae y golpea con fuerza el techo de lámina de una de las viviendas, el sonido es ensordecedor, pero la voz de Bernardino Sánchez Luna, consejero regional de la Policía Comunitaria, se escucha aún más fuerte:
“No los entrenamos para hacer mal, sino para defenderse, porque el gobierno no nos defiende”. Son niños y niñas que desde hace meses no asisten a la escuela porque no hay maestros ante la violencia y la zozobra que imperan en el lugar, en la parte baja de la montaña de Guerrero.
La comunidad alzó la voz y las armas para exigir la presencia del Ejército, y la ayuda del gobierno local, estatal y federal, porque Rincón de Chautla se encuentra sitiado por el grupo delictivo “Los Ardillos”. “Si salimos de aquí, nos matan”, sentencia Bernardino.
“Venimos a romperles su madre”
Hace ya casi un año, alrededor de cien soldados llegaron al lugar el 28 de enero de 2019, un día después del ataque a Rincón de Chautla por parte de 200 sicarios de “Los Ardillos”.
“Venimos a romperles su madre”, le gritaron a Bernardino Sánchez Luna. Esa tarde, 16 camionetas bajaron a la entrada del pueblo. “Nos empezaron a disparar, les contestamos la agresión, la balacera duró una hora y media”, recuerda. No hubo bajas por parte de la comunidad, solo lesionados. Del lado del grupo delictivo se contabilizaron dos muertos.
“’Los Ardillos’ llegaron armados con cuernos de chivo, pistolas 9 milímetros, chalecos antibalas, venían bien cargados, ahora nos acusan de más de 80 muertos, nosotros pedimos ayuda de la policía pero no hubo respuesta, ahora están posicionados en la entrada de la comunidad”, recuerda David Sánchez, coordinador regional de las Autoridades Comunitarias de los Pueblos Fundadores (CRAC-PF) de la región montaña baja de Chilapa de Álvarez.
El conflicto con “Los Ardillos” –explica David- es porque quieren someterlos a su organización, “quieren que trabajemos con ellos porque pelean la plaza, Tanquilino nos somete y si no trabajamos con él son 1,500 pesos por cada reunión en la que no participamos”.
La comunidad pide ayuda a las autoridades, necesitan víveres ya que no les es posible salir del lugar. “Nomás nos están esperando, yo como coordinador de la policía comunitaria sé que donde me vean me van a cortar en pedazos, me van a descuartizar”.
Nadie sale, y quienes lo han intentado no han regresado, “primero mataron a Lucio de Chicotlán, cuando fue a Chilpancingo a dejar unos papeles del fertilizante y lo detuvieron en Chilapa, lo mataron, después sale Bartolo con otro compañero y también los mataron”, cuenta Escolástica Luna Gaspar, mamá de David.
Una comunidad dedicada al maíz
Algunos tramos de la carretera están a medio construir, el paisaje es sombrío por la presencia de nubes. Pocos vehículos circulan por aquí, hay varias terracerías, caminos solos y parcelas barbechadas. El escenario pasa del verde de los cerros al verde militar.
En el crucero de Paraíso de Tepila, a 30 minutos de Rincón de Chautla, un retén militar inspecciona a todos los vehículos, preguntan nombres y revisan papeles para permitir el acceso a la comunidad, aunque como muchos aseguran, “es más fácil entrar que salir”.
En Rincón de Chautla viven un total de 26 familias, no más de cien habitantes, sólo 24 son hombres y el resto mujeres y niños, la mayoría son indígenas nahuas que conservan su lengua y tradiciones. Niños y niñas se reúnen y observan las imágenes de un libro para colorear, algunos usan huaraches, otros sandalias de plástico, y unos más andan descalzos. Dejan tirados rifles y palos.
El pueblo es pequeño, dedicado a la siembra de maíz, frijol y calabaza. Ahora trabajan menos la palma, mientras su policía comunitaria crece por la presencia de 19 comunidades más: 16 de Chilapa y tres de José Joaquín de Herrera. Niños y niñas son entrenados con palos imitando armas de fuego y con la consigna de combatir a los grupos delictivos que entren a su comunidad.
El conflicto con “Los Rojos”
Existe otro conflicto con el grupo delictivo conocido como “Los Rojos”, quienes “tienen coraje porque tenemos a la policía comunitaria. Nos defendemos”. Desde la fundación de la CRAC-PF los niños son entrenados para defenderse, “las señoras también”.
Así, los 14 niños que viven en Rincón de Chautla y otros 14 niños de Ayahualtempa, llegaron voluntariamente al entrenamiento con los policías comunitarios. Se formaron y aseguran: “nosotros también queremos entrarle”. Entrenaron por 15 días para ser futuros integrantes de la Coordinadora de Autoridades Comunitarias de los Pueblos Fundadores (CRAC-PF) Rincón de Chautla.
Todos los días los niños juegan y persiguen a los perros sarnosos que deambulan por el lugar donde impera la extrema pobreza y la carencia de luz y otros servicios básicos. Otros más salen a pasear al rebaño de chivos, mientras las mujeres atizan el fuego con leña para preparar la comida, frijoles, pollo, tortillas y una Pepsi para acompañar.
En octubre pasado, el coordinador David Sánchez exigió la intervención del Ejército, la Guardia Nacional y la Policía Estatal para evitar un enfrentamiento con “Los Ardillos”.
La Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias de los Pueblos Fundadores (CRAC-PF) denunció la irrupción de integrantes de ese grupo a su territorio, y advirtió que pretendieron entrar a “masacrar” a los pobladores de Rincón de Chautla, donde tienen su Casa de Justicia.
Algunas mujeres de la comunidad son jóvenes, otras ya lucen el paso de la edad, pero todas se muestran altivas y listas para lo que sea, con la mirada puesta en la defensa de su tierra.
Una de ellas carga a un bebé envuelto en su rebozo rosa, mientras una niña la toma de la falda. La pequeña de no más de cuatro años de edad busca el rostro de la madre y le pregunta si esta vez vendrán los Reyes Magos, mientras pasan al lado de una bebé que carga un rifle de madera en su espalda. En la lejanía, sobresale un mensaje mal pintado sobre una pared: “Bien Venido Territorio Comunitario”.