“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, todo lo demás son Relaciones Públicas”
George Orwell
Si damos por cierto, para bien o para mal, que “los pueblos tienen los gobiernos que merecen“, también debe aceptarse sin peros que “los gobiernos tienen la prensa que merecen“.
En el caso de México, el cuatroteísmo solo quiere dar por válida la primera frase y no la segunda, sobre todo en momentos como los actuales en los que las desgracias y los males van al alza, lo mismo que las sospechas de corrupción entre los cercanos, al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Imposibilitado siquiera de apersonarse en el lugar de la tragedia de la Línea 12 del Metro, porque no le gusta salir en la foto de los desastres, el primer mandatario saca a relucir sus frustraciones y desde el púlpito de los mañanazos se tira a fondo contra los medios de comunicación.
Cómo sus diatribas contra los conservadores ya a nadie interesan ni generan ningún impacto en los supuestos destinatarios, López Obrador quiere minimizar los efectos de la información verídica y verificable que se difunde en la prensa.
Está tan desdorado su discurso, que al igual que la mal llamada “Línea dorada” del Metro, se cae a pedazos. Además, rebasada por la realidad, su verborrea ya ni las benditas redes sociales la replican.
Ante la innegable pérdida de credibilidad y presencia en los medios, en vísperas de las elecciones, López Obrador se lamenta porque desde su otros datos, la actividad periodística muestre lo desastroso que ha sido su gobierno, en prácticamente todos los órdenes, asumiendo el papel de víctima al que es tan afecto.
A través de su manido estribillo de que, desde Francisco I. Madero, no se tenía una prensa así, tan tendenciosa, golpeadora y defensora de grupos corruptos, omite mencionar que desde hace medio siglo tampoco los mexicanos teníamos un gobierno tan inepto, mentiroso, personalista y con absoluto desprecio a las leyes como el actual.
Haciendo gala de la inmoral superioridad de su administración, señala que en México se vive un tiempo de obscuridad para los medios de información.
La tragedia de la Línea 12 del Metro -la obra cumbre del ebrardismo- resume lo que han sido las administraciones en la ahora Ciudad de México en el último cuarto de siglo; también retrata a plenitud los efectos de la política de austeridad impuesta por el gobierno federal.
La magnitud del accidente también ha hecho relucir la calidad y capacidad de los colaboradores con los que cuenta la 4T. Un peritaje y auditorías profesionales, sacarían a la luz las corruptelas que desde el inicio de la obra se han cometido, así como en la administración del Metro.
La evolución transgénica del neoliberalismo al cuatroteísmo del ahora flamante canciller, Marcelo Ebrard, siempre en el ojo del huracán de decisiones equivocadas y malos manejos de los recursos públicos, ejemplifica con nitidez lo que es el cuatroteísmo en su conjunto. Los sobrecostos que ya se observan en el Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía y la Refinería de Dos Bocas, lo confirmaría.
El recuento de los daños causados por la administración lopezobradoriana que hacen los medios de comunicación, no son inventos y dan validez a la premisa de que el gobierno actual tiene la prensa que merece.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Tres días de luto nacional, a lo mejor la siembra de un arbolito en Palacio Nacional es a lo máximo que podrían aspirar las víctimas del Metro. ¿Ninguna renuncia?