En lo que pareció ser su propia catarsis, el presidente sin nombre, sin estatua y sin gracia dejó salir sus traumas y en su creencia de ser quien efectivamente encarna al pueblo, aseguró que la pausa en las relaciones con España debe servirnos para un auto aprendizaje y los mexicanos nos quitemos lo acomplejados.
Decían las abuelas: “si no puedes, no repartas”. Consejo bastante oportuno para que el inquilino temporal del Palacio del Bienestar lo siga y no pretenda meternos en el saco de sus inseguridades, las cuales no son necesariamente las de todos los mexicanos.
Los complejos presidenciales si bien explicarían, entonces, el porqué después de poco más de tres años el suyo es un gobierno fallido en muchos rubros. Complejos utilizados como coartada para justificar yerros, incapacidades, deshonestidades y trapacerías de la mafia de la ineficiencia y la corrupción cuatroteísta.
En todo caso, los acomplejados son los integrantes de su gabinete y sus colaboradores más cercanos, que sin voz ni criterio prefieren aguantar los enojos y moditos del mandatario sin gracia, a darle a conocer fallas o errores en su gestión.
Son ellos los que deben soportar los abusos y maltratos del titular del ejecutivo, pues su función principal es rendirle pleitesía; complejo que ha contagiado a los poderes legislativo y judicial. En el primero, sin atreverse a cambiarle una coma a las iniciativas presidenciales; en el segundo, aceptando ofensas y presiones para torcer la ley.
En realidad, ¿quién es el que da trato ofensivo, tanto a sus huestes como a quienes tienen un punto de vista diferente?; ¿quién es el que actúa con prepotencia y piensa que el pueblo bueno y sabio de México debe plegarse a sus caprichos?.
¿Quién es el acomplejado que ante la falta de argumentos y razones científicas debe recurrir a la “persuasión” -el chantaje, la amenaza, el amago- para sentir que ejerce el poder, o inventar los otros datos para decir que las cosas no van tan mal?
¿Quién es el acomplejado que se niega a utilizar los beneficios del sistema bancario y financiero para no dejar huella de sus ingresos lícitos y lisitos, acumulados a lo largo de varios quinquenios y de esa forma evadir el pago de impuestos?
¿Quién es el acomplejado necesitado de una consulta de popularidad? ¿Quién es el que necesita transgredir la ley para imponer su criterio? ¿Quién es el que se siente ofendido porque supuestamente lo van a acusar con el rey de España o porque una empresa contrata a un ex mandatario mexicano?
¿Quién es el que hace públicos sus complejos y traumas?
Debe ser aquel que desde el teatro en atril mañanero fustiga, ondeando un percudido pañuelo blanco, el comportamiento poco ético de sus adversarios o enemigos; que dice combatir con ahínco el influyentismo y la corrupción, pero que se encuentra rodeado de familiares y colaboradores ávidos practicantes de esos métodos.
Como nunca antes, en México tenemos un gobierno chiquito -José Ángel Gurría, dixit- que ante los poderosos, ya sean nacionales o extranjeros, se doblega, como queda demostrado con la adecuación de la política migratoria para complacer al gobierno de Estados Unidos; o bien con los machuchones a los que no toca ni con el pétalo de una reforma fiscal progresiva.
Por esa actitud acomplejada, el 70 por ciento de los mexicanos viven en condiciones de vulnerabilidad. Y es más probable que ese porcentaje aumente a que se disminuyan las desigualdades.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Los ingresos presupuestarios del primer bimestre de este año cayeron 0.7 por ciento comparados con igual periodo de 2021, a pesar del alza en los precios del petróleo, de acuerdo con datos de la Secretaría de Hacienda.
@Edumermo