Habló el humanista. El estadista. El líder incuestionable. Hizo un diagnostico sobre la grave situación del planeta. Planteó un fondo de un billón de dólares para aquellos que menos tienen.
Lo dijo claro y con valentía. Visibilizar la desigualdad es parte de la lucha contra ésta. Reconocer que somos una sociedad excluyente permite avanzar en la decostrucción de esta realidad lacerante que ha llevado al fracaso del sistema económico promotor de la riqueza de arriba hacia abajo “como si ésta fuera contagiosa”.
Durante la sesión del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), cuya presidencia _pro tempore_ corresponde a México, el Presidente, Andrés Manuel López Obrador, expresó su reclamo ante el organismo internacional al decir que el Esquema Covax para el reparto de vacunas fue un doloroso y rotundo fracaso porque sólo ha distribuido 6% de las dosis disponibles.
De la denuncia pasó a la acción. AMLO propuso una hoja de ruta contra las injusticias históricas, contra las desigualdades y la opresión sistemática de generaciones completas.
Instó desde Nueva York a las Naciones Unidas -el organismo más relevante de la comunidad internacional- a salir de su “letargo”, de su “rutina” para luchar contra la desigualdad, y el malestar social que cunden en el planeta.
Pidió a la ONU más decisión, profundidad, protagonismo, mayor liderazgo.
Estas aseveraciones fueron el preámbulo a una propuesta que emitió frente a los representantes de 23 naciones ante el tema del “Mantenimiento de la paz y la seguridad internacional: exclusión, desigualdad y conflicto”.
Expresó la urgencia de una mayor fraternidad mundial para disminuir las desigualdades y garantizar el derecho a una vida digna a 750 millones de personas que sobreviven con menos de dos dólares al día.
Explicó que la propuesta de México para establecer el estado mundial de fraternidad y bienestar se puede financiar con un fondo procedente de al menos tres frentes:
El cobro de una contribución voluntaria anual del 4% de sus fortunas a las mil personas más ricas del planeta; una aportación similar por parte de las mil corporaciones más importantes para su valor en el mercado mundial, y una cooperación del 0.2% del PIB de cada uno de los países integrantes del grupo de los 20 (G20) del que México es miembro.
Propuso motivar a los donantes con reconocimientos de solidaridad, entregar los recursos de manera directa a los beneficiarios para así alcanzar la seguridad en términos “del derecho una vida libre de temores y miserias”, como lo dijera el presidente Franklin Delano Roosevelt a quien citó durante su intervención. .
De cumplirse esta meta de ingresos, el fondo podría disponer de un billón de dólares anuales, para apoyar a los más pobres.
Ubicó a la corrupción moral, política, legal, fiscal y financiera como el origen de los mayores males que plagan a la humanidad, corrupción que genera pobreza y frustración que a su vez conduce a la violencia, la migración, y otros graves conflictos sociales. “Es corrupto quien esconde su fortuna en paraísos fiscales, es corrupto el tribunal que protege a potentados y a grandes corporaciones”, dijo
El discurso del Presidente fue certero inédito, propositivo; sin duda tenemos un gran líder que supo tocar la raíz de los problemas del mundo. Hacía mundo tiempo que desde la ONU no se alzaba la voz a favor de los pobres. La desigualdad es un problema que viene de lejos.
En lo particular, considero que nunca es tarde para hacer justicia, para cerrar la brecha de la desigualdad; para alcanzar la paz, el empleo bien remunerado, favorecer la incorporación de los jóvenes al trabajo y al estudio para así recuperar la integración familiar y nuestros valores culturales, morales y espirituales, tal cual lo está haciendo el gobierno de la Cuarta Transformación.
Ya lo dijo el economista John Kenneth Galbraith, a quien el Presidente cita en su libro _A la mitad del camino_: “La delincuencia y la convulsión social de nuestras grandes ciudades son producto de la pobreza y de una estructura de clases corrupta (…) A un plazo más largo o más allá de cualquier plazo, la solución más humanitaria y muy probablemente la menos cara es acabar con la pobreza que induce al desorden social”.